Al no haberse dado mucha importancia a la enfermedad por el Covid-19 y, luego de haberse establecido cuarentenas con miras a pararlo, en la mayoría de los países surgieron protestas y exigencias para concluir las previsiones extremas adoptadas y así se lo hizo. Nuestro país no fue ajeno a “debilitar” las medidas y se dio paso a muchas exigencias cuyas consecuencias --al igual que en Europa-- se presentan con dimensiones jamás esperadas: han aparecido nuevos casos y muertes en cantidades impensadas; hay más carencia de hospitales, médicos y medicamentos, vituallas y equipos especiales; las exigencias de muchos sectores laborales, empresariales, culturales, deportivos y de diversa naturaleza, lo menos que muestran es paciencia y disciplina, al extremo de pedir mayor apertura.
¿Cuánto más será necesario para convencer a escépticos e incrédulos sobre la gravedad del mal? El caso adquiere diariamente mayores proporciones porque con un fuerte invierno han aumentado los casos, cuando se creía que el frío sería contrario al virus; en países tropicales y en los que la primavera y el verano están presentes, el problema es mayor porque los casos suman miles diariamente; los problemas económicos se agrandan y la misma situación financiera mundial resulta muy complicada; la posible vuelta a clases de los niños se aleja más y sólo rige la educación alternativa, pero no para todos, pues está limitada a las familias con posibilidades. ¿Qué hacer? Cada nación busca y estudia posibles paliativos o remedios ante el drama que adquiere mayores dimensiones y pese a toda oposición, parece que en la mayoría de los casos no hay otro remedio que mantener cuarentenas, lo que seguramente causará resistencia, mientras no se tome conciencia de la gravedad del mal y haya sometimiento voluntario a las medidas preventivas.
Corresponde solamente un camino: tomar previsiones en lo referido a alimentos que requiera la familia; adquirir medicamentos ya conocidos y que alivien los malestares, por lo menos hasta la llegada del médico que diga lo que es preciso hacer. Por supuesto, es necesario habilitar recintos para convertirlos en hospitales provisionales; innegablemente, contar con mayores presupuestos para contratar más médicos y enfermeras, proveer de mayor número de camas, teniendo en cuenta que el virus seguirá con su accionar totalmente letal. Existen nuevos paliativos o remedios provisionales que habrían sido descubiertos y probados en Europa y han logrado tener éxito. Será preciso adquirir lo que pueda aliviar o disminuir la cantidad de enfermos.
En todo caso, el mejor remedio para evitar mayor expansión del mal radica en la disciplina, valentía y responsabilidad de la población que tenga voluntad para someterse a cualquier tratamiento; de otro modo, estar preparados para sufrir cualquier contingencia por la expansión que pueda tener el coronavirus. Por su parte, el gobierno tendrá que esmerarse en brindar dosis de energía para imponer que la población acate las disposiciones preventivas y, finalmente, que los políticos preparados para las contiendas electorales tengan paciencia hasta que su turno llegue. Entretanto, deberían entender que primero está siempre la salud del pueblo, que con el incremento del virus puede haber más enfermos y muertos; en cambio, con la política solo cabe esperar y despejar las poses lastimeras de los que creen que sin elecciones se acaba todo.
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