Crónicas de la Revolución del 16 de Julio de 1809
Juan Chávez Alanoca
Los historiadores jamás trataron de negar o de ocultar la verdad histórica de los sucesos ocurridos en la Revolución 16 de Julio de 1809, cuando bajo la proclama de apoyo a los derechos del rey Fernando VII, se encubrió la liberación para no tropezar con la resistencia realista, y ser procesados por delitos de lesa majestad, que eran penados con castigos crueles y horripilantes.
Una prueba son las declaraciones del Dr. Don Remigio de La Santa y Ortega, Obispo de la Diócesis de Nuestra Señora de La Paz, referidas al suceso en la noche del 16 de julio, después de haber solemnizado la fiesta y la procesión de María Santísima del Carmen: “hallé la plaza llena de gentes que gritaban ¡Viva Fernando VII..!, al altar de la imagen del Rey, en señal de fidelidad”.
Los verídicos cronistas refieren que la declaración del Obispo La Santa no es exacta, y describen que recibió del pueblo silbatinas y fue obligado a retirarse de la plaza. Es más, en aquella tradicional entrada del carnaval del día de domingo de carnestolendas, los participantes recorrían bailando disfrazados de principales autoridades llenas de júbilo.
Casualmente, el obispo La Santa, al salir del Catedral camino al Palacio, se tropezó de frente con su imitador, un gracioso obispo muy ornamentado que recorría repartiendo zurdas bendiciones a los hijos de Baco y al público, y sin vacilar se lanzó agresivamente tras el obispo bufón que huía asustado hasta quedar cansado. La inesperada y típica comedia produjo más diversión entre los “gualaichos asistentes”.
Al culminar la acostumbrada procesión de la Virgen del Carmen, los patriotas aprovecharon para lanzarse al Cuartel de Veteranos tomando sus armas, donde nadie intentó resistir, únicamente el energúmeno obispo La Santa reaccionó protestando por el audaz desafío contra la dominación española.
El cabildo abierto y el pueblo en masa decretaron la deposición del gobernador Tadeo Dávila, y la renuncia del obispo La Santa a la autoridad diocesana, que al final fue confinado a la quebrada de Río Abajo, donde enarboló el estandarte real en los valles de Irupana e Inquisivi, como capitán general de una numerosa turba fanática, instigada por sus homilías de guerra y sus bendiciones infernales, para hacer victimar cruelmente a Victorio Lanza y Castro.
En tanto, los patriotas, como expresión de su fe católica, conmemoraron el día en que tuvo lugar la aurora de la independencia, invocando a la Virgen del Carmen como la patrona de la santa causa, con la celebración de una nueva procesión. En ella apareció la sagrada imagen con el bastón de mando en la mano y sustituida la corona que antes portara sus sienes, con el sombrero tricornio, emblema de la República. Igual distintivo mostraba el Niño Jesús que llevaba en sus manos.
Después de la derrota de la Revolución por el general arequipeño José Manuel Goyeneche, recién retornó el obispo La Santa a La Paz, como consejero de sangre, contribuyendo como ninguno a llevar a la horca, el 29 de enero de 1810, a Pedro Domingo Murillo y sus compatriotas. Pero ni la sangre había aplacado la sed de venganza del bilioso obispo que dictó Sentencia de Excomunión contra los miembros de la Junta Tuitiva, además ordenó se procesase a la Virgen del Carmen, por haber patrocinado a los insurgentes revolucionarios, por el delito de rebelión a la Reina de los Cielos, ordenando se la retirase de su altar y la encerrasen en una sacristía despojada de sus prendas de vestir, como acto de represalia por el asalto, rebelión, despojo y por destituir a todas las autoridades realistas, y por haber constituido en su lugar la Junta Revolucionaria, bajo el título de representativa y tuitiva.
En obediencia, la Virgen fue llevada de su Templo hasta el atrio de la Iglesia San Agustín, donde la madre del Salvador fue despojada de las insignias que le pusieron los revolucionarios. Luego, con la cabeza desnuda y el sagrado Niño, fueron introducidos al templo y depositados allí hasta el día siguiente, como en una reclusión.
Una misa de expiación o purificación fue celebrada en otra mañana y luego el Padre de la Iglesia restituyó a la Santísima Imagen y a su divino hijo la corona y el cetro, que tenían anteriormente, terminando la ceremonia con una nueva procesión a Santa Teresa.
En fin, existió un obispo La Santa, natural de la metrópoli, Villa de Yecla, reino de Murcia - España, obispo de Panamá, trasladado a La Paz en 24 de julio de 1799, leal conservador al servicio de la monarquía española, que amparó con ardor la causa real, luchando contra las ideas independentistas.
Al contrario, el presbítero José Antonio Medina, nacido en América, en la ciudad de San Miguel de Tucumán en junio de 1773, cura interino de la parroquia de Sicasica, recién llegó a La Paz el 9 de julio de 1809, fue un vehemente expositor de la verdadera revolución de la historia, con objetivos propios de lograr la independencia del continente americano, bajo un gobierno fundado en los intereses de nuestra patria, con Estatuto Constitucional mediante la formación de la Junta Tuitiva, a manera de una Asamblea de representantes del pueblo paceño.
BIBLIOGRAFÍA:
• Documentos para la Historia de la Revolución de 1809, Volumen III, pág. 725 – 732, (La Virgen del Carmen Reo de Rebelión, por José Rosendo Gutiérrez).
• Documentos para la Historia de la Revolución de 1809, Volumen III, Pág. 779, 780. (La Revolución del 16 de Julio de 1809, EL PROCESO HISTORICO Y LA PROCLAMA DE LA JUNTA TUITIVA, por José María Baldivia Galdo).
El autor es Abogado.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |