Economía de palabras
El MAS ha dejado muy buenas enseñanzas al país. Una larga lista de cosas que no se debe hacer por nada del mundo, nunca más.
Ha dejado una cantidad impresionante de equipos industriales inservibles, comprados sólo por el interés de la comisión, o por otros criterios, y que deben ser rematados como chatarra.
En este momento, el debate sobre el destino de la planta de Bulo Bulo, que costó 960 millones de dólares se ha hecho angustioso.
¿Qué hacer con esa planta? Venderla como chatarra, flamante chatarra, es una opción. Es que no sirve para nada. El país ahorra dinero cuando la planta está parada, como ocurre desde octubre pasado. Porque cuando funciona pierde mucho dinero. Y no hay solución, según ha dicho el exministro Álvaro Ríos.
Alguien sugirió que se la haga funcionar para que produzca solamente amoniaco, que sería usado como combustible barato. La idea fue descartada cuando alguien observó que el amoniaco tiene un olor muy desagradable y que venderlo en los surtidores sería ahuyentar a los compradores.
Conclusión: Bulo Bulo debe ser vendido como fierro viejo, incluso si sus partes están casi nuevas.
La lección dejada por el MAS en este caso es que cuando haya que comprar algo, sobre todo si es muy pero muy caro, se debe elegir algo que sirva. Y las consideraciones de utilidades personales, como las comisiones por la compra, etcétera, deben ser descartadas. También, claro está, que se debe elegir los lugares para que sean instalados los proyectos usando criterios técnicos, no políticos. En este caso había que recordar que si los cocaleros del Chapare necesitan urea, no es urgente que tengan la fábrica en sus narices. Y que el precio se negocie pensando en el país, no en los beneficios personales de los encargados de la compra.
Hay chatarras que ni siquiera han llegado al país, y que deberán ser puestas a la venta. Puestos a hacer compras irresponsables, los masistas son campeones. Han comprado un tren para Cochabamba a una empresa francesa que subcontrató a una fábrica de Bielorusia. Cuesta 500 millones de dólares y, por razones de interés de los que firmaron los papeles, los equipos han llegado al puerto de Iquique y no Arica.
Desde hace varios meses esos equipos están oxidándose en Iquique, atacados por las suaves brisas del océano. Y podrían ser rematados allí, antes de que lleguen a Bolivia, porque las autoridades de Iquique cobran por la carga que no se retira a tiempo.
Esto sería el récord del masismo. Que los equipos del ferrocarril para Cochabamba sean rematados como chatarra en Chile. Y eso porque los que firmaron el contrato eran muy amigos de unos empresarios que decidieron operar en Iquique, un puerto chileno que no está comprendido por el Tratado de 1904.
Los masistas culpables de este delito quizá hubieran dejado de ganar la comisión de la empresa de Iquique, pero ellos son incorregibles.
Y la lista del gran remate de chatarra masista es muy larga. Ya la completaremos.
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