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[David Foronda]

¿Sea quien sea igual nomás será?


Una frase que usualmente pronuncian en sus conversaciones diarias los pobladores de nuestra urbe es la siguiente: “sea quien sea igual nomás será”. Obviamente se refieren al resultado que podrán deparar las elecciones generales del 6 de septiembre, aunque a la vez con su mismo tono ya desesperanzado añaden “siempre y cuando se realicen”. Lo evidente es que al propalarse una serie de versiones, la duda y desconfianza hacen mella en la ciudadanía, ya que cuando otean sobre el futuro que le aguarda al país les embarga un sentimiento desesperanzador que se hace crónico ante todo lo pernicioso que surge al hablar de política; escasez de dinero; falta de trabajo; incertidumbre sobre los aportes de los trabajadores a las AFPs; la inseguridad traducida en los asesinatos, atracos, feminicidios, infanticidios, una justicia cuestionada, narcotráfico, y otros males, fuera del letal coronavirus que angustia a moros y cristianos en estos tiempos.

Un dicho señala “el pueblo es sabio”. De ahí que merecerá apoyo aquel que prometa resolver tales entuertos --y cumpla-- por lo que tienen que prestar oídos a esos clamores que son vitales para una vivencia digna, más cuando en el presente hay campañas de desinformación que generan grupos interesados, interna y externamente, a lo que viene a sumarse la crítica situación económica actual.

Un popular actor mexicano, ya fallecido. solía exclamar, interpretando a uno de tantos personajes creados por él: “que no panda el cúnico”, o sea “que no se expanda el pánico”. De manera que no se debe prestar atención o dar crédito a rumores que solo pretenden marear a la colectividad, por lo que no es tan real aquello de “sea quien sea igual nomás será”, pues estaríamos incurriendo en pesimismo al hacer hincapié en que “ningún político y candidato le da la talla al país y la sociedad”. Y aunque están aquellos, bastante conocidos por su accionar negativo, hay quienes aún piensan en que primero está el país, y así darles una nueva oportunidad para que estos aspirantes al sillón presidencial puedan mostrar y exponer lo mejor que piensan hacer por la Patria, claro está, evitando caer en lo que ya se conoce, como “ofrecer el oro y el moro, el cielo y la tierra, mediante cantos adormecedores de sirenas”.

Algunos dicen que para evitar los falsos ofrecimientos “se debiera utilizar el detector de mentiras” o polígrafo, e incluso el “suero de la verdad”, algo imposible por cierto --vaya a saberse si de veras serán efectivos-- para conocer si tal o cual candidato miente, por lo que quienes aspiran a conducir la nave del Estado deben garantizar mediante acciones o hechos la sinceridad y viabilidad de sus propuestas para Bolivia. Otra corriente refleja que ya es tiempo de dar paso y apoyar a “candidaturas serias”. No es que nadie le da la talla al país, sino que la colectividad necesariamente tiene que volver a confiar en alguien para tratar de sacar adelante a la nación tras una serie de traspiés en los que cayeron anteriores regímenes que, evidente, no volverán a gozar del apoyo de los votantes, dado que de una manera u otra, gruesos sectores dan a entender que están escaldados por aquellos que torcieron la voluntad popular, defraudaron, y para salvar el país hoy solo se debe echar mano de lo que tenemos, que luego vendrán los rostros y líderes nuevos.

 
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