Robert Daniel Jijena Michel
La presente crisis sanitaria, sin precedentes, ha originado efectos transversales en distintas facetas de la sociedad, empezando por la salud y la economía, sin dejar de lado al sistema educativo. Las duras medidas de distanciamiento adoptadas por los gobiernos de países afectados por el COVID-19 provocaron la suspensión inmediata e incierta del formato presencial de educación. Ante esta coyuntura, los educadores enfrentamos un importante reto que demanda la adquisición de nuevas competencias para formar a nuestros estudiantes en un escenario 100% virtual.
Se trata de una profunda transformación, un tema de fondo y además sensible, cuya consecuencia origina el fenómeno de la “resistencia al cambio”. Debo resaltar que las ideas y análisis generados se enmarcan siempre bajo un enfoque constructivo y positivo. Como toda problemática social, la misma tiene diferentes aristas y protagonistas; entonces, se abordará el tópico de gestión organizacional e individual desde la perspectiva del docente, como unidad de observación.
La resistencia al cambio es un tipo de comportamiento natural, por lo tanto, no es saludable prejuzgar dicha conducta de antemano, en todo caso lo que corresponde es “gestionarla”. En la actualidad, esta situación con certeza se presenta en los diferentes niveles de formación, áreas de conocimiento y entornos culturales, a lo largo y ancho de Bolivia, América Latina y el mundo. Hasta los mejores centros educativos del exterior seguramente enfrentaron esta barrera inicial, como uno de sus primeros obstáculos.
En materia de gestión del cambio, ¿qué estrategia se recomienda para minimizar y mitigar este fenómeno?, de modo que sea posible aprovechar las respectivas oportunidades y desarrollar resiliencia ante las amenazas. Se propone la “gestión de desarrollo del talento humano”, es decir la formación y/o cualificación de competencias: conocimientos, habilidades, actitudes, valores que promuevan la renovación de la cultura corporativa y el paradigma educativo.
El aprendizaje otorgará tranquilidad al educador para encarar el presente desafío con convicción y mayor seguridad, pues es el profesor, el protagonista llamado a liderar la reconstrucción y estabilización en el interior del proceso de enseñanza-aprendizaje bajo su dirección, inspirando confianza a sus estudiantes para emprender este novedoso camino educativo. Por lo tanto, ¡su actitud es fundamental y determinante! Una importante fortaleza es su innata esencia de “eterno aprendiz”, así como su rol social para motivar a sus pupilos el espíritu de superación personal, a través de los saberes: ser, conocer, hacer y convivir.
Entonces, el cambio en este contexto docente debe gestionarse desde la perspectiva institucional e individual, a partir de las siguientes principales directrices:
* Institucionalmente: por medio de políticas académicas dirigidas al desarrollo docente que conciban programas curriculares de formación “integral”, capacitación continua, reforzamiento, seguimiento y apoyo, no solo de naturaleza instructiva con respecto al aprendizaje digital, sino principalmente “formativa”; es decir, orientados a la construcción de una cultura organizacional innovadora y con identidad propia, rumbo a un nuevo paradigma educativo acorde además a la renovada realidad nacional y global.
* Individualmente: se resalta el pensamiento universal que todo cambio profundo de sistemas sociales inicia por uno mismo. Entonces, se debe gestionar políticas de talento humano que promuevan, incentiven, motiven y refuercen el espíritu de aprendizaje autodidacta y autónomo del educador, aprovechando para ello el sinnúmero de recursos pedagógicos disponibles en la nube.
Es la gestión del talento y desarrollo humano que permitirá superar el temor escénico inicial y natural, despejar esa incómoda neblina que dificulta la visibilidad (pues el bloqueo se encuentra principalmente en la “mente”) y emprender el cambio de actitud para obtener el máximo provecho de la tecnología, como un recurso más a disposición de la educación.
Estoy convencido que sí es posible, deseo destacar la notable dedicación y sacrificio de nuestros educadores, lo observo a diario en mi centro educativo, como también en la comunidad de educadores digitales a la que pertenezco. Nuestro capital humano nacional es virtuoso y perseverante, por lo tanto, los educadores enfrentan con responsabilidad y decisión el reto de continuar asumiendo su rol social, inclusive en condiciones adversas, pues con la admirable calidad de bolivianos comprometidos con su país, todo es posible y superable.
El autor es Docente Universitario, UAJMS-Tarija.
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