Nuestra señora de La Paz cumple 211 años de la gesta libertaria del 16 de julio de 1809, sin duda los actos de homenaje son muy distintos a los de anteriores años, la pandemia del Covid-19 ha opacado (por así decirlo) todo tipo de celebraciones.
La Paz al igual que otras ciudades del país y del mundo está atravesando uno de sus peores momentos en cuanto a la salud se refiere, dado el incremento en los últimos días de infectados y de muertos; esto no hace más que coadyuvar a un clima de incertidumbre, se siente la preocupación que expresan las personas, debido a que nadie está libre de contraer esta enfermedad, no ha cundido el pánico aún, pero pareciera que cada vez estamos más cerca de esta situación (quisiera estar equivocado).
Por si eso fuera poco, La Paz que se mueve dentro de la “nueva normalidad”, como producto de la flexibilización de la cuarentena; muchos sectores han empezado a salir a las calles a movilizarse, lo cual se constituye en un verdadero foco de contagio, dado que no siempre respetan el distanciamiento social, el uso de los barbijos muchas veces es incorrecto, ni qué decir sobre el lavado de manos.
Ni el riesgo al contagio ha parado las manifestaciones, por ello, La Paz es una urbe atestada que no tiene respiro, a veces hasta se torna insufrible, pese a ser considerada ciudad maravilla parece que rara vez esta en paz, o sea no es del “todo feliz”, pues las marchas, los bloqueos o los congestionamientos vehiculares son una constante, ni este periodo de cuarentena ha sido la excepción. Al respecto cabe preguntarse ¿son realmente felices los paceños? o ¿qué cosas son las que provocan alegrías?
Una definición básica de felicidad es aquel estado de satisfacción, de plenitud o regocijo íntimo, personal, y en cierta medida hasta colectivo.
Se puede discutir mucho sobre lo que significa la felicidad, pero donde todos coinciden es que la felicidad se da por momentos (no se puede ser feliz todo el tiempo), tal como decía el escritor Jorge Luis Borges. A guisa de ejemplo, los tipos de felicidad más conocidos son los siguientes: emocional, sensorial, material, espiritual y una complementaria es aquella que se logra con la trascendencia de uno mismo.
Ergo, la pandemia ha cambiado nuestras vidas y la felicidad se ha convertido en un “artículo de lujo”, por múltiples razones, no solo por el distanciamiento social obligatorio, también por la forma de contactarnos con las personas que se encuentran en nuestro entorno. La crisis económica producida a raíz del coronavirus es evidente, y, lo que es peor, no solo es en el país, es igualmente en el mundo, todo lo cual crea mucho miedo y ansiedad (estrés).
El temor y la ansiedad pueden resultar abrumadores y generar emociones negativas (infelicidad), sin embargo, esto no debería llevarnos a proceder de forma egoísta o insensible como si estuviéramos en “la vecindad de los extraños”, como diría Emmanuel Lévinas; necesitamos más que nunca estar cohesionados, la responsabilidad de uno afecta a la salud del otro o viceversa, la indiferencia es lo peor que nos puede pasar.
Joan Subirats, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, señala con justa razón que “compartir ciudad, compartir la construcción permanente de la ciudad, no obliga a la intimidad entre sus habitantes. Hacer cosas juntos, sin que necesariamente estemos siempre juntos. La cité (viviendas) implica sociabilidad y conlleva una cierta capacidad de compromiso emocional con el conjunto, aceptando las interdependencias, más allá de la impersonalidad, pero sin necesariamente comprometerse tanto como en la lógica de comunidad”.
A modo de conclusión, el ser empáticos y especialmente el ser felices depende de cada uno de nosotros, es un error pensar que los gobernantes nos darán la felicidad, empero, no está por demás agradecer los esfuerzos que hacen para lograrlo.
El autor es Politólogo – Abogado.
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