Es un hecho que para los políticos, en el llano o en funciones de gobierno, todos los pueblos son iguales y éstos aceptan todo lo que se les diga porque comprenden la realidad en que se vive, saben de las angustias y pesares de una nación pobre como la nuestra. Comprenden que si ellos, los políticos, estuvieran en nuestro lugar, harían lo mismo que hacemos. Es evidente que los pueblos, casi en su mayoría, conocen y aceptan los problemas que se debe enfrentar cuando se tiene poder; pero, con poquísimas excepciones, los pueblos son escépticos y no creen todo lo que se les dice y promete, especialmente en tiempos electorales, cuando los candidatos de las diversas tendencias tienen una verborrea capaz de convencer al más incrédulo, pero lo creen con cargo de inventario.
Es importante que políticos del llano y del gobierno sepan que los pueblos conocen, creen y responden debidamente a quienes demuestran ser responsables y desde ahí creen también en que puedan ser honestos, honrados y conscientes de las labores que deben cumplir. Para ese pueblo, muchas veces visto con alguna displicencia por quienes aspiran o tienen poder, cada acto o conducta política es transmisora de una forma de conducta que podría contener sanas y honestas intenciones que no siempre se cumplen.
Para los políticos aspirantes al poder resulta fácil recurrir a la promesa y ofrecer todo lo que pueda contener su programa y lo que las circunstancias le dictan porque tienen la seguridad de que todo será recibido con beneplácito y hasta esperanzas porque la publicidad y propaganda se han encargado de “cargarles” todo lo concebible para convencer hasta a los más incrédulos, porque la euforia partidista busca convencer y conseguir que se crea hasta lo menos creíble. El gobierno, especialmente si es dictatorial y cuenta con dinero y medios de publicidad y propaganda, se esmera para desplegar todo lo que pudiese ser creíble; pero la comunidad nacional sabe que de todo lo expresado como posible, tal vez sea creíble un pequeño porcentaje.
Es importante que la población, principalmente aquella que tiene experiencia de anteriores campañas electorales y del paso de varios gobiernos, sabe qué y cuánto creer porque no es ingenua ni deja de pensar en los diversos asuntos del Estado que el gobierno debería atender; conoce de los traspiés de políticos y gobernantes y solo con base en ese conocimiento cree y confía, espera que no todo sea mentira y engaño porque tiene la esperanza de que, finalmente, haya o surja quien o quienes manejen los poderes de la nación con honradez, honestidad y responsabilidad y que pasen los tiempos en que el país era medio y no fin de políticos y gobernantes.
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