Día que pasa, las características de la vida política nacional adquieren ribetes notables que producen vértigo. En efecto, se puede ver que en el gobierno central conviven difícilmente dos poderes con tendencias antagónicas que se enfrentan entre sí y que luchan cada cual por tener el dominio, el control absoluto del poder Ejecutivo. Efectivamente, se constata que en el país hay dos poderes: por un lado, el de la presidenta Jeanine Áñez con los demócratas y, por otro, el del MAS de Evo que maneja el poder Legislativo. En síntesis, estamos gobernados por un gobierno con dos cabezas, aunque muchos no lo admitan.
Este hecho no es de origen de días atrás, pues viene de hecho desde noviembre pasado y, además, fue legalizado por ley por la presidenta Jeanine Áñez el 21 de enero pasado en vísperas que el Parlamento, con todos sus diputados y senadores, termine labores legislativas y cuando los parlamentarios debían replegarse a sus provincias como ciudadanos comunes y dedicarse a labores del hogar. Pero la curiosa ley los prorrogó en el poder por siete meses y ahora no se sabe por cuánto tiempo más estarán gozando de jugosas dietas para seguir conspirando y maquinando la renuncia de la presidenta.
En ese dualismo de poderes iniciado en enero pasado, el partido de Evo actuó con humildad servil y hasta neutralidad, como mostró la vicepresidenta del Senado cuando estaba en una gloriosa luna de miel con Jeanine, aunque ya se perfilaba un divorcio absoluto cuando se produjese el retorno de Evo.
Pero como ningún gobierno bicéfalo puede existir con dos poderes, empezaron los celos y problemas de alcoba y entonces surgieron problemas más agudos, ya que una sola de las dos fuerzas gobernantes buscaba eternizarse, desplazando a la otra para hacerse cargo del botín a como diese lugar, de tal forma que se olvide el pasado y comer el pastel de la boda.
Entonces, empezó la táctica evista de ir ganando pequeñas batallas para apoderarse de todo el poder Así, del diez por ciento del dominio del gobierno, pasó a alrededor del 90 por ciento, faltando poco para llegar a apropiarse del cien por ciento del botín. Entre tanto, el poder de Jeanine se fue debilitando paulatinamente, hasta que el Ejecutivo quedó casi aislado y con poca fuerza, mientras el Legislativo sanciona y promulga leyes ignorando al otro bando y atropellando toda lógica. El Legislativo sanciona leyes que no quiere promulgar el Ejecutivo y las promulga o bien cuando se opone a la promulgación, amenaza con una conmoción que obliga a la mandataria a cumplir órdenes. Por otro lado, cuando el Ejecutivo dicta alguna medida, el poder Legislativo la desconoce. Así, el Ejecutivo está distraído en cuestiones técnicas, al contrario de lo que ocurre en el bando contrario.
La lucha por el poder en el gobierno es ya a muerte y necesariamente tiene que culminar, más temprano que tarde, aunque es aún difícil pronosticar el resultado final, ya que las picardías de la historia dan resultados inesperados, pues no solo arreglan el embrollo, sino traen sorpresas que ponen las cosas en orden.
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