Elimina de tu vida los números que no son esenciales. Esto incluye edad, peso y altura. Deja que tu médico se preocupe por ellos, para eso le pagas.
Mantén amistades alegres. Los gruñones te bajan el ánimo.
Intenta aprender cosas nuevas. Aprende más sobre computadoras, manuales, jardinería, lo que sea.
Nunca permitas que tu cerebro sea holgazán. Un cerebro holgazán es la morada del demonio. Y el nombre de ese demonio es Alzheimer.
Disfruta de las cosas simples. Ríe más a menudo, fuerte y por largo tiempo. Ríe hasta que te quedes sin aire.
Las lágrimas son naturales. Súfrelo, laméntalo y luego sigue adelante.
La única persona que estará contigo toda la vida eres tú mismo.
Vive mientras tengas vida.
Rodéate de cosas que amas, ya sea la familia, mascotas, música, plantas, pasatiempos, lo que sea.
Tu casa es tu refugio.
Celebra y disfruta de tu salud: si es buena, mantenla así. Y si es inestable, mejórala. Y si no está en tus manos mejorarla, busca ayuda.
No te enrolles en un viaje de culpabilidad. Tómate un viaje a otro país, a un centro comercial o a otro pueblo cercano, pero no a donde te lleve la culpa.
A las personas que amas díselo en cada oportunidad que tengas.
Y siempre recuerda: la vida no se mide por los descansos que tomamos, sino por los momentos que te roban el aliento.
Vive y sé feliz.
Además, da gracias a Dios, de cualquier modo que lo concibas, siempre por lo que la vida te ha brindado y no te enojes tanto por lo que no te ha dado.
El autor es Profesor Emérito U.C.M.
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