Entrelíneas
La Universidad en América Latina surgió bajo el régimen de la colonia española a inicios del Siglo XX; cuyo carácter feudal, su fuerte ligazón con la iglesia, la poca o nula participación estudiantil en la toma de decisiones y un evidente distanciamiento con la sociedad, dio lugar al inicio de la chispa autonomista el 15 de junio de 1918, protagonizada por estudiantes de la Universidad San Carlos de Córdoba, Argentina.
Este movimiento, llamado el “Grito de Córdoba”, además de sentar las bases de la Autonomía Universitaria, el Co-gobierno, la cátedra libre, paralela y periódica; los concursos de oposición, la asistencia libre, el rol de la Universidad ante la sociedad, traducida en la extensión social; también la reconoce como centro principal de producción intelectual.
Tales postulados llegaron a Bolivia a través del manifiesto público de 1924, en ocasión del tricentenario de la Universidad de Chuquisaca, donde se planteó por vez primera conquistar la autonomía. En 1928 en Cochabamba tuvo lugar el “I Congreso Nacional de Estudiantes”, donde se organizó la Federación Universitaria Boliviana, con una fuerte postura antiimperialista. En 1930 tuvo lugar el levantamiento de varios sectores, ante la intención del presidente Hernando Siles de prorrogarse en el poder. Los estudiantes universitarios junto al pueblo formaron parte de la rebelión que terminó por derrocarlo, dando paso a una Junta Militar encabezada por el Gral. Carlos Blanco Galindo, para la conducción del Estado.
Durante este régimen, Daniel Sánchez Bustamante fue uno de los intelectuales y mentores decisivos que contribuyeron a la conquista y vigencia de la Autonomía Universitaria en el Sistema de la Universidad Pública, un 25 de julio de 1930, mediante la promulgación del Estatuto de Educación Pública.
Actualmente, la CPE salvaguarda la vigencia, principios y fundamentos de la Autonomía Universitaria. El Artículo 92 numeral I, señala que “Las universidades públicas son autónomas e iguales en jerarquía. La autonomía consiste en la libre administración de sus recursos; el nombramiento de sus autoridades, su personal docente y administrativo; la elaboración y aprobación de sus estatutos, planes de estudio y presupuestos anuales; y la aceptación de legados y donaciones, así como la celebración de contratos, para realizar sus fines y sostener y perfeccionar sus institutos y facultades. Las universidades públicas podrán negociar empréstitos con garantía de sus bienes y recursos, previa aprobación legislativa”.
La autonomía supone la vigencia plena de los más altos valores universitarios, en una esfera de libertad de cátedra, de discusión, de reflexión, de investigación científica y tecnológica, dedicados al cultivo del saber, plural y abierto en términos de visiones de pensamiento; tan esenciales para lograr una educación superior con excelencia, con visión de futuro, pertinencia y calidad estrechamente vinculada con la región y el país.
No obstante, urge que la Universidad tenga la capacidad de instalar una autorreflexión y autoanálisis crítico, para vislumbrar conductas y actuaciones que distorsionan y ponen en peligro el espíritu autonomista. Ello es clave para evitar ser presa de la insana politiquería y pugnas de poder, cuyas aspiraciones no siempre están en sintonía con la dinámica de renovación de las políticas universitarias; la internacionalización e interconexión de la educación superior con los cambios y transformaciones mundiales, el desarrollo de ciencia, tecnología, al igual que la renovación continua de los operadores y conductores del gobierno universitario.
Esta conquista ratifica, por un lado, la firme convicción democrática, la formación de nuevos liderazgos con solvencia intelectual, conciencia social y propensión de servicio y, por otro, representa un tesoro de incalculable valor que hoy tenemos el privilegio de disfrutar, pero que también demanda a todos sus actores la defensa intransigente de este principio que no puede ser vulnerado; así como el compromiso y responsabilidad de preservarla y resguardarla por el bien de la salud y la vida universitaria.
El autor es MGR. Catedrático universitario
e investigador.
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