Economía de palabras
Poco a poco se va descubriendo las actividades económicas afectadas por la pandemia del virus chino, adelanto de lo que será el mundo cuando haya pasado, si llegara a pasar.
Me dan pena los cines. Hace muy poco tiempo habían cambiado de rubro. Barridos primero por la tecnología, luego fueron acaparados por el negocio de quienes llegaron a competir en el mercado de la fe.
Casi todos los cines fueron copados por ese negocio que ofrece promesas de redención a cambio de pequeñas cuotas mensuales, que equivalen a 10% del salario de los creyentes. Un impuesto flat.
Pero ahora, con este virus, incluso ese negocio está en crisis. Si antes eran los amantes del cine, del séptimo arte, que llegaban a soñar durante una hora y media o a veces un poco más, y luego los que llegaban para comprar promesas, ahora están cerrados.
Una actividad lucrativa la de los que vendían promesas de redención y llenaban salas de cine con sus creyentes, todos ellos pagadores puntuales. Pues ese negocio está también en crisis porque las aglomeraciones están proscritas.
Si los creyentes tuvieran que estar separados por dos metros quizá el rendimiento del negocio no llegaría a cubrir los costos fijos, que habían crecido conforme los empresarios ascendían en sus costumbres y en la sociedad.
Se han visto crecer fabulosas fortunas en este negocio que ahora está también de capa caída. Es que los compradores de promesas de redención están sin ingresos y no podrían seguir destinando un diezmo a ese juego de probabilidades.
Da mucha pena. Tanto esfuerzo, tanto empeño en aprenderse de memoria algunos versículos de la Biblia para ofrecer nuevas interpretaciones, generalmente a grito pelado, y ahora todo se ha perdido, por el momento.
Será bueno que sigan memorizando los versículos. No vaya a ser que dentro de poco el negocio vuelva a florecer y los creyentes vuelvan a estar dispuestos a pagar, siempre que hubieran encontrado alguna fuente de ingresos en la nueva realidad que se abrirá cuando el virus haya sido domesticado.
Pero siempre habrá el riesgo de que vuelva a aparecer el mismo virus o aparezca uno nuevo. Y seguirá siendo un negocio riesgoso.
Por eso quizá les convenga dedicarse a la agricultura. El dato es que de los 20 millones de empleos que se perdieron en Estados Unidos, muy pocos fueron del sector agrícola.
Hay que volver a la tierra, incluso antes de servirle de abono.
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