El derrumbe del gobierno de catorce años de Evo Morales dejó al país en estado catastrófico, pues a pesar de haber dispuesto de dinero en proporciones nunca conocidas en Bolivia, dejó las estructuras de producción en estado ruinoso y con bajísimos índices de productividad o ninguna. La minería está en situación desastrosa, la agricultura ya no produce para alimentar al pueblo, la industria está destruida y oros sectores del aparato productivo del país están en estado desfalleciente. Por si fuera poco, el país sufre los efectos de la pandemia del Covid-19.
Con anterioridad al gobierno del cocalero y su aparcero, el matemático, el producto bruto de la producción nacional no pasaba de 2 por ciento anual, debido a bajísimos precios de las exportaciones de gas y minerales. El pueblo boliviano vivía en la austeridad y los gobiernos debían practicar políticas de ahorro y pese a ello emprendían obras de magnitud y desarrollaban los factores de la producción para que el país se autoabastezca. Lógicamente, debía recurrir a créditos internacionales.
En cuanto el populista Evo Morales llegó al gobierno, tuvo la suerte de que los precios de las materias primas llegaron a niveles increíbles. El petróleo subió de 20 a 150 dólares el barril y el estaño de 4 a 15 dólares la libra fina, lo que hizo triplicar el producto interno del país (PIB), llenando las arcas del Estado. Pero, lamentablemente, el gobierno de Morales dedicó esos gigantescos fondos a despilfarro, corrupción, industrias fantasmas, empresas improductivas, inversiones sospechosas… Al mismo tiempo, teniendo grandes capitales y reservas monetarias se dedicó a gastar en caprichosos lujos personales, aviones, viajes internacionales, paseos millonarios para asistir a campeonatos de fútbol, llevando consigo delegaciones de burócratas y sin beneficio para el país.
Ningún esfuerzo se dedicó a reactivar, modernizar y hacer producir la economía nacional. Solo se gastaba los grandes fondos llegados providencialmente como regalo. Es más, ese desgobierno de Morales-García Linera se esmeró en endeudar al país y en despilfarrar las reservas monetarias. Como la producción nacional ya no abastecía para el consumo interno, se dedicó a hacer importaciones de todo tipo, en especial alimentos. Fomentó el contrabando de toda clase de artículos con una política de libro comercio que mató la economía nacional.
El pueblo y el gobierno boliviano heredaron ese increíble estado de cosas, en momentos en que el peligro era aún mayor. ¡Bolivia estaba muriendo! De ahí que la responsabilidad del gobierno actual es de extraordinaria significación, pero ocurre que Evo Morales y su partido sabotean la obra de reconstrucción en forma paralela a la pandemia del virus y suponen que con su simple presencia volverá la época de las vacas gordas y los altos precios del gas, estaño, etc., actitud de orden paranoico que a lo único que conduciría es al abismo en forma galopante.
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