El Movimiento al Socialismo (MAS) ha emprendido una campaña mediática de desprestigio contra el gobierno de Jeanine Áñez en medios de prensa internacionales ligados a la izquierda, como Página12 de Argentina, Brecha de Uruguay, Telesur de Venezuela, La Jornada de México, y otros. La tarea es sencilla: calificar de golpe de Estado la sucesión presidencial, ante la renuncia de Evo Morales, y etiquetar a la nueva administración como “gobierno de facto”.
El lobby mediático extranjero del MAS no tiene mucha repercusión dentro de Bolivia, pues la mayoría de los bolivianos es consciente de que la “revolución pacífica de las pititas” (como suele llamarse a las movilizaciones y protestas del año 2019 en contra del abuso de poder del MAS, encaramado ilegalmente catorce años en el poder) fue un triunfo de la democracia frente al autoritarismo de Evo Morales, quien fue además el autor intelectual de un fraude electoral y del exilio de miles de bolivianos perseguidos por razones políticas, el dirigente principal de los cocaleros del Chapare --lugar donde se produce una buena cantidad de hoja de coca excedentaria para el mercado ilegal--, y para colmo, el precursor de un régimen altamente autoritario -- para muchos inclusive totalitario-- en el que primó el clientelismo, la corrupción, el caudillismo, el despilfarro en el gasto público, el manejo arbitrario de la Constitución y las leyes a gusto y antojo de su conveniencia, etcétera.
La izquierda latinoamericana es altamente ignorante en su generalidad y en lo que respecta a Bolivia: no comprende estos asuntos o es ciega ante un proceder absolutamente injusto e ilegítimo por parte del MAS. Para poner un ejemplo concreto, ciertos sectores radicales del Frente Amplio del Uruguay leen las noticias de los diarios izquierdistas La Diaria, Brecha, La República, como manuales de conducción, o biblias de un pastor evangélico fundamentalista. La crítica de la izquierda --respecto a lo que pasa en Bolivia, lo que pasó, y sucederá en el futuro-- está encaramada en viejos mitos de los que ya he escrito con bastante profundidad en anteriores oportunidades. No se habla, por ejemplo, que en el gobierno de Evo Morales el servicio militar continuó siendo obligatorio, no hubo una reparación a las víctimas de las dictaduras militares, etcétera.
Pero también hay quienes piensan maquiavélicamente que Cuba, Venezuela y Bolivia con Evo Morales, eran una suerte de Unión Soviética para frenar o al menos mermar “la presencia yanqui” en sus respectivos países. Yo pregunto a ellos: ¿y dónde quedan entonces los derechos humanos, la importancia de reparar la memoria histórica de los que luchan con justicia y razón todavía hoy en la Avenida 18 de julio de Montevideo? ¿Quisieran que Uruguay o la propia Argentina sean una Cuba o Unión Soviética con gulags y presos políticos en el Siglo XXI?
El autor es abogado y escritor.
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