Cambios radicales en vidas y costumbres

Innegablemente, la invasión del coronavirus al mundo ha conseguido que muchas naciones se vean enfrentadas a una especie de transformación de formas de vida y costumbres, puesto que la enfermedad causada por el virus ha determinado cambios y hasta desorden en normas de vida cotidiana, de disciplinas y medios de trato entre los componentes de una familia o con los entornos sociales con los que hay contactos. Son cambios que antes no tenían parangón alguno porque había rigideces a las que cada persona se adaptó o acostumbró.

Las cuarentenas han dado resultados jamás esperados y han demostrado que el hombre puede adaptarse a cualquier forma de vida conforme a las circunstancias. Según los países, hay cambios acordes con las experiencias que se haya sufrido en la familia, hasta por la muerte de algún familiar, los quebrantos sufridos en la economía, de acuerdo con la educación y cultura que tenga la población y los diversos estilos de vida que tenga una comunidad. Frente a este panorama, surgen preguntas como: ¿Cuál será el futuro modo de vivir? ¿Cuál será la reacción de los diversos estratos económicos con los que se tiene relación? ¿Y qué cambios impondrá la banca acostumbrada a percibir grandes utilidades y que hoy, dadas las medidas de emergencia, pueden reducirse? ¿Y los precios de artículos de uso y consumo, de los bienes de servicio? ¿Cómo se presentarán los fenómenos de inflación y cambios en el valor y uso del dinero? ¿Qué comportamientos tendrán los organismos financieros internacionales? ¿Cómo se dilucidarán los conflictos internacionales que podrían ingresar en una especie de “status quo” imprevisible?

Pueden surgir interrogantes de difícil o imposible respuesta porque los cambios a producirse pueden ser variados y nadie ha previsto situaciones o respuestas que satisfagan. Ahí están ahora los interrogantes de niños y jóvenes que querrán saber cuál puede ser su futuro inmediato y también del mediato, ya que ni los mandos mundiales como la ONU y sus dependencias, como ser FAO, Unesco, Unicef, OMS, OIT y muchas otras organizaciones no tienen idea de lo que podría acontecer en un mundo totalmente desarticulado, confuso, contradictorio, disperso, heterogéneo, diverso, multifacético y depositario de culturas, lenguas, dividido, desequilibrado y, hasta ahora, ignorante de cómo terminará la acción de una pandemia que solamente muestra visos de no acabar.

¿Cómo terminar esta nota que tenía la pretensión de orientar y mostrar, más o menos, cuáles podrían ser las perspectivas futuras? ¿Cómo encarar la situación ante niños y jóvenes que tienen la mirada inquisidora para saber y conocer algo que se ignora? ¿Cuánto y qué esperar de una situación incierta? En fin, para nadie es bueno sumirse en preguntas sin respuesta, y menos para los que solamente tienen esperanzas de que concluya un calvario, cuyas cuestas se hacen mayores conforme pasan los días y el peso de las cruces se hace cada vez mayor.