Desde hace muchas décadas, se ha sostenido que la carencia y hasta extrema pobreza de virtudes que tiene nuestra población es debido a que desde el hogar, la escuela, los colegios, universidades y hasta instituciones no se ha inculcado virtudes que, con el tiempo, se hagan valores y principios que sean práctica permanente de la población. Esta es realidad que podría deberse a diversas razones, causas o circunstancias que ninguna reforma educativa ha tocado o examinado entre las causas determinantes para la falta de virtudes en la niñez porque muchos de los maestros han extrañado esa situación que, de alguna manera, han influido en su propia formación académica porque, además de las materias cívicas, poco o nada se ha inculcado en los futuros maestros demostrándoles, además, que las virtudes no sólo se las debe tener de nombre sino ser práctica permanente en toda la vida y, sobre todo, ser transmitidas a los niños y jóvenes.
Salvo en la instrucción religiosa dada en el hogar o en circunstancias especiales en las iglesias, muy poco o nada se sabe sobre formación en virtudes, aprendizaje sobre las formas y modos de encarar la vida, sobre la urgencia de practicar aquellas virtudes que significan práctica de las virtudes cardinales como son fe, esperanza y caridad; poco o nada sobre los deberes a cumplirse en el trato con miembros de la familia y con los entornos sociales con los que se tenga relación; menos se hizo referencia a lo que ha pasado en los diferentes países de los distintos continentes a través de cultos o enseñanzas practicadas o simplemente tomadas como ejemplo de vida, poco o ningún conocimiento de la vida ejemplar de santos y mártires del cristianismo, sobe la vida de sabios, investigadores, científicos, pintores y músicos y miles de personas que con su sabiduría, su genialidad y su vida ejemplar han demostrado las múltiples oportunidades que ha tenido la humanidad para imitarlos y engrosar el gran ejército de hombres y mujeres que han sido ejemplo y honra de todas las generaciones.
Si los gobiernos, mediante los programas educativos, inculcaban todo lo bueno de la creación y el inmenso océano de sabiduría sembrado por los hombres, el comportamiento de toda sociedad hubiese sido constructivo y menos susceptible a hechos contrarios al bien, al respeto, consideración y amor que merecen todos los seres humanos y, además, la misma naturaleza cuyo cuidado y buen desarrollo debe ser labor permanente de toda generación. Es, pues, poco o nada lo hecho, lo transmitido a niños y a jóvenes; poco o nada lo aportado a cualquier hogar para que sea de conocimiento y práctica de la familia y de quienes la rodean.
Las virtudes morales son la base fundamental de los valores y principios de todas las disciplinas y, por consiguiente, de la existencia y vida de la humanidad, porque sin ellos y su práctica y perfeccionamiento permanente sería casi imposible abarcar todo lo que el ser humano requiere para el logro de una vida pacífica, solidaria y participativa entre comunidades y naciones; ese modo de vida sería el inicio para evitar confrontaciones y guerras, para rechazar las prácticas hedonistas y todo aquello que implica relajamiento y hasta prostitución de las virtudes por el abandono de los valores y principios que deben ser espíritu y práctica del ser humano.
La educación, en la vida y los comportamientos de padres, maestros, amigos y gobernantes debe ser el lábaro que dirija la vida de cada ser humano, tendría que ser el pendón que flamee para dar luz y aire a la niñez y a la juventud; la educación, portadora de humanismo, respeto, amor, fe y caridad como conjunto de cultura y conocimientos generales y morales, debe ser el templo de puertas abiertas permanentemente al que recurra todo ser humano y no puede estar restringida para los que poseen mucho o tienen poco de bienes materiales porque lo que se posee en dones espirituales y cultura general son cofres de tesoros incalculables incapaces de agotarse.
Mientras el ser humano no comprenda que la educación debe ser el océano de conocimientos y sabiduría, de virtudes, valores y principios que hacen la vida, no podrá alcanzar debida y oportunamente los bienes de la salud, el desarrollo y el progreso. Es, pues, urgente y necesario que el gobierno conjuntamente las instituciones, los maestros y las familias tengan conciencia de que la educación debe ser fuente de todo lo que el ser humano requiere para su vida en armonía, paz y amistad con todos; de otro modo, será pasto de la anarquía, la disociación y el caos.
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