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[Marcelo Chinche]

Entrelíneas

Bolivia: un amor desenfrenado por la libertad


El 6 de agosto celebramos un nuevo aniversario de la declaración del acta de independencia firmada en 1825, en honor a la Batalla de Junín lograda por Simón Bolívar. El acta fue redactada por el presidente del Congreso de Chuquisaca, José Mariano Serrano y, junto con representantes de Charcas, Cochabamba, Potosí, La Paz y Santa Cruz; reunidos en la antigua capilla de la Universidad San Francisco Xabier, aprobaron la declaratoria de independencia definitiva del yugo español.

Serrano se encargó de cambiar el nombre de Alto Perú, bautizando a la nueva nación con el nombre de República de Bolívar, en honor al libertador Simón Bolívar, designado “Padre de la República”. La nueva república adoptó formalmente el nombre de Bolivia, desde el 3 de octubre de 1825. Bolívar designado como primer presidente de la República a la que denominaría como “Hija predilecta”, frente al congreso declaró: ¿Qué quiere decir Bolivia? Un amor desenfrenado de libertad.

Luego de 195 años de independencia que marcó el devenir histórico de construir una patria grande, libre, soberana y fundada en la justicia, igualdad, equidad e inclusión social --cual fuera el legado de nuestros protomártires--, hoy demanda salvaguardar el territorio soberano, apto e idóneo para su desarrollo y progreso, donde podamos vivir con dignidad, orgullo, paz y armonía.

Este nuevo aniversario reviste un escenario social, político y económico, altamente “sui generis” por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus; demandando a gobernantes y gobernados afrontar con responsabilidad, sabiduría y prudencia el destino del país, así como hacer prevalecer el interés supremo por encima de afanes y aspiraciones sórdidas que, por un lado, socavan la institucionalidad democrática, el cumplimiento de la Ley, el Estado de Derecho y, consecuentemente, impiden transitar por los senderos de la certidumbre, la fe y la esperanza.

Lamentablemente, la pandemia mundial del Covid-19 ha trastocado los vínculos e interacciones en diversos planos, donde resalta la vertiginosa expansión del brote, transmisión y contagio que no distingue nacionalidades, clases sociales, credos y edades. Pero también ha desnudado nuestra frágil respuesta y contención del virus. Ésta última es resultado de la limitada infraestructura hospitalaria, la falta de equipos e insumos de bioseguridad, al igual que personal de un Sistema de Salud colapsado.

A ello se agrega la inminente crisis social y económica, ocasionada por las prolongadas cuarentenas dispuestas por el gobierno; a las que se suman intereses de carácter político, cual peligroso “caldo de cultivo” que incita al reinicio de movilizaciones, bloqueos, protestas y episodios de violencia, reclamando entre otras demandas, “ayuda para poder comer”. Los desaciertos de la gestión menesterosa de la crisis sanitaria, la débil infraestructura del sistema sanitario heredado; el cese de actividades productivas y económicas, la pérdida de fuentes laborales y una crisis social que está produciendo un incremento del desempleo y la pobreza alarmante que empieza a sentirse en los hogares y en las calles, constituyen otros factores asociados a esta realidad.

Muy a pesar de la crisis sanitaria y las circunstancias adversas descritas, resulta imperativo velar por el bienestar de la nación a la que juramos amar, proteger y resguardar de todos los peligros internos y externos, incluso ofrendando nuestras propias vidas. A la par de ratificar nuestra lealtad a los símbolos patrios, también es vital y apremiante respetar la vigencia del estado de derecho, el ordenamiento jurídico, la Constitución Política del Estado y la democracia.

Que este nuevo aniversario patrio sea portador de mejores días para nuestra querida Bolivia, donde cada habitante nacido en esta tierra tenga la oportunidad histórica de aportar generosamente para construir un mejor país.

El autor es MGR. Docente e investigador.

 
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