Desde hace tiempo se ha comentado con insistencia machacona que la realidad actual del país se caracteriza por la presencia de un gobierno con dos poderes, o de doble poder, con la participación de fuerzas con intereses encontrados que están enguerrilladas sin aparente conciliación a corto plazo, pero que, de todas maneras, tendrá solución por vías pacíficas o violentas.
Ese fenómeno político, que está a la vista de todo el asombrado pueblo boliviano, no quiere ser reconocido en medios políticos y es soslayado inclusive por sus mismos protagonistas, los miembros de los órganos Ejecutivo y Legislativo, que consideran que no existe. Sin embargo, la cuestión ya está siendo vista con interés por algunos jefes de partidos, personalidades destacadas, analistas de prensa, radios y televisión y políticos como Carlos Mesa, Eduardo Rodríguez Veltzé y otros que han confirmado que el problema existe y amenaza con serios incidentes, pues va adquiriendo gravedad a simple vista.
Como se vio, la dualidad de poderes en el actual gobierno boliviano es ostensible y ya se anticipó que el doble poder, en todos los casos, es una aberración en el que participan tendencias políticas antagónicas que luchan por el poder y terminará en una merienda de negros, en que ambas fuerzas se devoran, ninguna de ellas obtiene beneficio alguno y, finalmente, facilita la victoria de una tercera fuerza que ponga en orden la situación.
Esos aspectos fueron anotados en estas columnas de EL DIARIO, pero solo fueron objeto de oídos sordos. Lo escuchan, pero no lo oyen; lo miran, pero no lo ven, con el agravante de que esa actitud de indiferencia ante la realidad se encuentra principalmente en la llamada clase política y los medios de comunicación que manipulan la opinión pública, salvo excepciones honrosas.
Pero, la mayor indiferencia está en las altas esferas del gobierno dual, que considera que el problema es asunto de mínima cuantía y acude a la filosofía consoladora de que la mejor manera de solucionar los problemas es complicarlos lo más posible o simplemente ignorarlos como el avestruz, sin tener en cuenta, por supuesto, que ellos y el país todo están corriendo desbocados hacia el abismo.
Ese espectáculo de lucha libre (o catch as can político) en el actual gobierno del doble poder es el pan de cada día y la sucesión de incidentes de cocina ha llegado a un nivel escandaloso, con el agravante de que los protagonistas de la comedia participan con pleno conocimiento de causa y sin el menor signo de sensatez. En esa forma, se prolonga deliberadamente la crisis angustiosa que ya dura un año y que si sigue así se prorrogará otros muchos, más de lo que se puede calcular, ya que quienes lo practican piensan que se obtiene mayores ganancias en río revuelto.
Ese panorama conflictivo, que madura ya tanto tiempo, ha desacreditado a las dos fuerzas del gobierno dualista, al Ejecutivo y el Legislativo que son vistos con malos ojos y el país en general quiere que salgan del escenario.
Es más, en vista de que no se ve solución para esta farándula, que es un agarrarse de los pelos y los protagonistas --montescos y capuletos-- quieren seguir prendidos a las ubres del Estado, la ciudadanía exige solución, que sería una acción efectiva de una fuerza civil o militar, como aconseja la historia de Bolivia en esa clase de circunstancias.
Finalmente, se puede agregar que alguna sugerencia para la solución de esta crítica situación consistiría en prolongar la existencia del gobierno del doble poder con bálsamos absurdos e incongruentes, pero lo único que haría es prolongar la vida del agónico enfermo.
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