El abuso de Poder, durante el auge de nuestras materias primas, ha dilapidado, alegre e irresponsablemente, los recursos del erario nacional, sin tomar las previsiones, con miras al futuro. Ahí tenemos las obras faraónicas que ratifican, por si haya duda, esta afirmación.
Ha generado, asimismo, nuevos ricos, omnipotentes, que pretenden someter a sus designios, oscuros y tenebrosos, al conjunto ciudadano y, en particular, a quienes no comulgan con ellos. Para ese propósito recurren a la amenaza, a la movilización, a la violencia y el terrorismo. Prácticas que ya no caben a estas alturas de la vida democrática. Ahora la tarea inmediata, de cara a las próximas elecciones, debería ser persuadir y seducir, con propuestas adecuadas al momento histórico que se impone, a todo el electorado nacional, estimado en aproximadamente siete millones de bolivianos.
Intentan desconocer, en una manifiesta conspiración contra la Democracia recuperada en noviembre del 2019 y la vulneración de normas vigentes, la determinación asumida por el ente electoral, que pospone, debido a la pandemia que incrementa, día que pasa, el número de infectados y muertos, las elecciones generales, hasta octubre próximo. De este modo procuran retomar las riendas del Poder Ejecutivo, luego que fugaron, sin quemar un solo cartucho, al cobijo del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Creen ser dueños de este jirón patrio. Hablan de la Democracia, como si ésta fuera únicamente de ellos y no del conjunto ciudadano. Hablan de los recursos naturales, como si éstos fueran de su propiedad privada. Condenan la corrupción, como si no estuvieran en el ojo de la tormenta. Exigen elecciones libres y transparentes, como si fueran ajenos al fraude del siglo. Es una desfachatez increíble.
Son nuevos ricos que viven en la Jauja, que se movilizan en coches de último modelo y con queridas voluptuosas. Que residen en costosas mansiones, rodeados de lujos y comodidades, mientras las “bases” viven en casuchas de adobe, con techo de paja. Y beben el agua del río o de las vertientes. Situaciones que profundizan la desigualdad, en tiempos del devastador coronavirus. De veras que “los vivos viven de los zonzos”.
Nuevos ricos que no cesan de convulsionar el país, donde la preocupación es preservar la salud y la vida. Donde la angustia se traduce por llenar la canasta familiar. Y porque la educación se reencauce, debidamente, por el bien de la niñez y la juventud. Parece que muchos no piensan en elecciones, con excepción de algunos sectores aleccionados. Parece que la mayoría sueña con un empleo, para vivir dignamente, ahora que el mercado laboral se reduce, a raíz de los tiempos adversos, no sólo acá, sino en la región y el mundo.
Aquéllos actúan movidos por apetitos personales. Animados por el revanchismo y el afán de deteriorar la imagen del gobierno constitucional. Particularmente de su candidata, que habiéndose ubicado en el tercer lugar de la preferencia electoral, ha provocado prurito entre sus adversarios, que enarbolan banderas de la derecha y de la izquierda. Ahora éstos se rasgan las vestiduras ante esa situación de repunte electoral.
Una dama que, de manera inédita e histórica, conduce los destinos de Bolivia, en medio del maldito virus chino. Además que ratifica su vocación de servicio a la ciudadanía, multiplicando bonos y otras medidas, pese a la oposición, cerrada y egoísta, de quienes reinaron durante catorce años. La presidente al servicio, prácticamente, de los más desprotegidos. Acá no hay donde perderse.
Con toda la capacidad económica que acumularon, inclusive mediante el latrocinio, en muchos años de gobierno, son capaces de movilizar a incautos que se prestan por una irrisoria compensación. “Por la plata baila el mono y por el oro dueño y todo”, dirían aquéllos.
Pero toda movilización es atentatoria, en los tiempos que vivimos, contra la vida y salud, ya que genera mayor transmisión del coronavirus.
En suma: sólo el esfuerzo superior nos permitirá avanzar.
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