Ariel Torrez Guerra
Este 6 de agosto de 2020 marcó un parámetro importante en la constante construcción histórica de nuestro país, ello debiera despertar en los actores políticos en prospectiva institucional de manejo del Estado, proyecciones dirigidas a abordar de manera seria la llegada del Bicentenario de la proclama de la independencia, fecha y año en que privilegiadas generaciones presenciaríamos un magno momento histórico de la Patria. Pero en nuestra realidad es una circunstancia desapercibida, por la constante impostura patriótica que engaña al pueblo, por triste mezquindad.
El Bicentenario es la circunstancia para tener conciencia que si queremos celebrar a la Patria, tenemos que hacer cosas constructivas, porque el país son sus realidades y no sus simbolismos, es la construcción de condiciones prósperas por el trabajo estatal con el apoyo del sentimiento nacional y el aporte desde su cotidianidad, es una planificación estratégica y operacional, porque no empieza ni culmina el mismo año de celebraciones. Ello es pertinente recordarlo a los líderes, y futuros líderes del manejo de la cosa pública.
Es incomprensible e inadmisible que el interés político partidario esté por encima del inédito problema sanitario que trajo tanta muerte, la recesión de la economía del país con una afectación álgida y preocupación en general, manifestándose con el intento de paralización del país por los recientes bloqueos carreteros no pacíficos, pero más bien con un generalizado rechazo nacional. Por supuesto que el asunto del Bicentenario en estas circunstancias no es un tema marginal, aunque estemos en el mes de la Patria, prácticamente es algo que no existe, definitivamente ni en la mentalidad de los más connotados políticos intelectuales y visionarios.
Mientras los actuales programas o planes de gobierno, de cara a las ansiadas elecciones nacionales, en su totalidad no advierten ello, es más, tampoco fueron actualizados al presente año, que es otra coyuntura política, inclusive hay uno que contempla su proyección solo hasta el año 2024, aunque hay un programa que lo intitula como agenda para el bicentenario, pero ésta no desarrolla esa temática específica, es claramente utilizada como un recurso de sustento general, en el marco de las acciones populistas. Los bolivianos seguimos peleando entre nosotros, poniendo una vez más en evidencia nuestra cultura de convivencia ciudadana problemática y controvertida, por tanto, es una verdadera vergüenza ante la comunidad internacional nuevamente ocupar los titulares y análisis de cadenas extranjeras de noticias.
Sin duda, para construir un camino de gestión pública sólida, más visionaria y llegar a ese acontecimiento, para presenciar actividades muy estructuradas, serias y con objetivos claramente definidos, como evidencias de trabajo por el país, esperemos que la pelea entre bolivianos se disipe y acabe en buenos términos, porque la toma del poder por engaño o por la fuerza ya no es admitida por el sentimiento boliviano.
Entonces, se necesita que la fuerza pública policial se aboque a las funciones de prevención e investigación del delito y no a cubrir el perverso desorden público generado por organizaciones criminales con intereses políticos; que tenga tiempo para que con base en su autoevaluación se reforme y transforme; que las fuerzas armadas se aboquen a sus competencias en tiempos de paz, coadyuvando al desarrollo integral, seguridad fronteriza y el importante apoyo con la policía en primera línea en la emergencia sanitaria que aún tendrá una presencia real en nuestras calles por un buen tiempo.
Que la sociedad civil encamine sus actividades en un clima de tranquilidad y estabilidad, sin zozobra ni temor, para fortalecer el rendimiento en la administración pública que hace falta, retomar con fuerza las actividades y emprendimientos privados, escenario que permitirá las condiciones para una verdadera transición a los aspectos fundamentales de la democracia boliviana; estado de derecho, institucionalización meritocrática, división clara de los poderes públicos y sentar las bases de un trabajo proactivo, para que el próximo lustro y la celebración de nuestro onomástico patrio en el Bicentenario, sea un motivo de orgullo y no de frustraciones.
El autor es Licenciado en Administración Superior en Seguridad Pública.
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