Adrián Barrón Rojas
El himno de la Policía Boliviana en su primera estrofa señala “Guardia fiel ¡Qué te importa la vida! Si alumbrando te mata el deber”. Pero el deber no es morir y menos de una forma indolente, amarga y desesperada, porque no se trata solo de la muerte personal, en tiempos de pandemia se trata de poner en peligro a la familia, al entorno donde se vive e incluso donde se trabaja, hasta que no se detecta al infectado.
En estos tiempos de pandemia, es la primeva vez que en la función pública, tanto de integrantes de las FFAA, médicos, enfermeras y trabajadores en salud, al igual que periodistas, se pone en riesgo a diario no solo la vida de cada uno de ellos, sino también de sus familiares.
Es extensa la lista de los fallecidos, muchos de los cuales buscaron varias vías para poder vencer al Covid-19, no solo en centros de salud, hospitales y clínicas, también utilizando medicamentos y procedimientos hasta tradicionales, para evitar abandonar a los familiares. Pero en las últimas dos semanas, muchas de las víctimas que se infectaron cumpliendo su deber, tuvieron que dejarse vencer, por la falta de medicamentos, oxígeno e insumos médicos de bioseguridad.
Muchos de ellos no lograron arribar a farmacias o entidades encargadas de distribución de medicamentos porque simplemente grupos de personas decidieron obstaculizar las carreteras, sobre todo en áreas rurales, impidiendo el paso de camiones que transportaban oxígeno, medicamentos y alimentos, quedando detenidos allí. Hubo dos semanas de desesperación porque sin oxígeno, las personas quedaron sin posibilidad de resistir, muriendo de una forma muy cruel.
La hipoxia cerebral afecta las partes más grandes del cerebro, llamadas hemisferios cerebrales. Sin embargo, el término con frecuencia se utiliza para referirse a la falta de suministro de oxígeno a todo el cerebro. En la hipoxia cerebral, en ocasiones solamente se interrumpe el suministro de oxígeno. Esto puede ser causado por: Inhalar humo (inhalación de humo), como sucedería durante un incendio, intoxicación con monóxido de carbono, asfixia, presión (compresión) sobre la tráquea, sofocamiento. En resumen, los enfermos se asfixian, una de las peores formas de morir, porque la persona se desespera, mucho antes de que el cuerpo demande oxígeno. Conscientemente, la persona ya está desesperada y sabe que acabará su vida asfixiado, por la falta de oxígeno.
Por lo tanto, muchos enfermos de la instancia policial o de otros sectores de servicio social no murieron como indica la canción “Si alumbrando te mata el deber”, porque cumplir con el deber no debería implicar morir sin derechos, sin atenciones, sin medicamentos y menos sin oxígeno, asfixiados.
Hasta la segunda semana de agosto fueron registrados 1.788 policías infectados de Covid-19 y 148 fallecieron y 1.916 se encuentran como sospechosos. Puede parecer que ese número no es alto, entre los cerca de 40.000 integrantes de la institución policial, pero la cantidad de afectados aumenta considerando a sus familias y las de los militares o trabajadores de salud, médicos y enfermeras. Lo cierto es que los miembros de la Policía Boliviana se sienten entre los más expuestos por su labor diaria en las calles, seguidos de funcionarios de otras entidades, a quienes el Estado debiera garantizarles atenciones médicas, medicamentos, internaciones y no dejarlos abandonados en sus casas, porque no es un deber morir de la forma más cruel e inhumana.
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