El basquetbolista nacional brilla al cumplir su sueño en la NBA
Bolivia está que arde, y en este caso el responsable es el jugador de los Dallas Mavericks, Josh Reaves.
El país sudamericano que tiene una población de 11.6 millones de habitantes y que tiene en La Paz a la capital más alta del mundo al estar situada a 3,640 pies sobre el nivel del mar, ha adquirido la fiebre de la NBA.
Reaves es el primer jugador de origen boliviano en llegar en la NBA y eso ha ocasionado que el joven de 23 años de edad se haya convertido en toda una celebridad en aquellas latitudes.
Los programas de noticias, los periódicos, los portales digitales y las estaciones de radio de Bolivia han concentrado su cobertura al guardia de los Mavericks.
De padre estadounidense y madre boliviana, Reaves nació en Fairfax, Virginia.
Los deportes siempre fueron su gran afición y desde pequeño él soñaba con ser jugador de fútbol soccer o de baloncesto, deporte que su papá y su mamá practicaron
Reaves, de 6′4 de estatura y 214 libras de peso, tuvo una carrera estelar como colegial en Penn State.
A pesar de ser un jugador ligero, se dio a conocer por su combatividad y sus habilidades defensivas y en su tercer año de elegibilidad fue nombrado el Jugador Defensivo del Año dentro de la Conferencia Big-10.
Por su buen desempeño a nivel universitario, Reaves era considerado uno de los 10 mejores prospectos en su posición antes del draft de jugadores colegiales de 2019, pero Josh no fue seleccionado por algún equipo.
La tristeza embargó a Reaves por no haber sido seleccionado en el draft, pero el destino le tenía guardada una sorpresa.
En la madrugada en que el Draft de la NBA concluyó, Reaves llegó a su casa en donde también viven su mamá, su hermano mayor y su abuela.
Justo al momento de poner un pie en el interior de su hogar, su teléfono sonó.
La llamada era de su agente para informarle que los Mavericks de Dallas le habían propuesto un contrato de novato por un año.
“Quedé pasmado, no lo podía creer”, dijo Reaves vía telefónica para Al Día desde Orlando, Florida, donde se encuentra con los Mavericks para disputar la serie de primera ronda de los playoffs de la NBA, en contra de los Clippers de Los Ángeles.
“Mi hermano me levantó entre sus brazos, mi mamá comenzó a llorar y mi abuela corrió con tanta fuerza para abrazarme que terminó por taclearme al suelo”, recordó entre risas. Su sueño de llegar a la NBA, apenas empezaba.
TRAJEDIA TOCA LA PUERTA
El camino de Reaves a la NBA estuvo lleno de obstáculos, sacrificios y momentos muy complicados.
La familia de Reaves llegó a Virginia en 1978 y la abuela de Josh, Betty, recuerda bien ese momento.
“Nosotros ya estábamos estabilizados en Bolivia, yo tenía un buen trabajo y un buen sueldo allá pero un día fui a visitar a mi cuñada en Virginia y me gustó”, dijo Betty, vía telefónica desde su hogar en Virginia.
“Vi una oportunidad de hacer una nueva vida; en ese tiempo era más fácil venir a Estados Unidos y al principio fue difícil pero todo ha valido la pena”, comentó.
En 2003, la familia Reaves vivía cómodamente en la casa que recién habían comprado pero la tragedia tocó la puerta cuando Josh, apenas de seis años de edad, sufrió la muerte de su padre.
Liset, la madre de Josh y su hermano mayor Michael, tuvieron que tomar el mando para sacar a la familia adelante.
Además de cumplir con su trabajo de tiempo completo dentro del Distrito Escolar de Arlington, Virginia, Liset se encargaba de llevar a sus dos hijos a las prácticas de deporte, juegos y torneos en los que competían.
“Nunca perdimos ninguna práctica, nunca fallamos a ningún partido y a ningún torneo”, dijo Reaves.
“Mi mamá nos llevaba en carro a diferentes torneos, viajamos a diferentes estados; North Carolina, South Carolina, Pennsylvania, no importaba que tan lejos había que viajar, ella nos montaba en el carro y hacía todo lo posible para que llegáramos a jugar”, comentó.
“Mi mamá significa todo en mi vida, ella es mi héroe. Los sacrificios que mi madre hizo por nosotros es algo que jamás voy a olvidar. Sin ella yo no estaría hoy aquí viviendo mi sueño”.
DORMIR EN GIMNASIO
Reaves es un apasionado del fútbol soccer y es un fiel seguidor del DC United de la MLS, equipo al que acudía a ver al estadio a casi todos todos sus partidos.
Fue de esa manera que Reaves conoció a Marco Antonio “El Diablo” Etcheverry, el legendario futbolista boliviano que jugó la Copa del Mundo de 1994 para su país y vistió la camiseta del DC United por siete temporadas.
Hasta la fecha, la familia de Reaves y Etcheverry conservan una buena relación de amistad.
Aunque le gustaba más el fútbol que el basquetbol, Reaves se inclinó por jugar en la duela para poder entrar entrar a la universidad y fue de esa manera que se le abrieron las puertas de Penn State.
Era tanto el compromiso de Reaves por sobresalir en el equipo de baloncesto de Penn State, que en una de sus de sus primeras prácticas decidió dormir en una banca dentro del gimnasio para no llegar tarde al entrenamiento.
“La práctica comenzaba a las 6:30 a.m. y yo no estaba acostumbrado a practicar tan temprano, me dio miedo que se me hiciera tarde y entonces decidí que lo mejor era quedarme a dormir en el gimnasio”, recordó.
BOLIVIA EN JUEGO
Su empeño y su trabajo llevaron a Reaves a cumplir su gran sueño de jugar en la NBA.
Lo que ni él ni su familia se imaginaron es que Bolivia tomaría a Reaves como un ídolo deportivo.
“Mis hijos siempre han estado orgullosos de sus raíces bolivianas”, dijo Liset vía telefónica desde Virginia, quien se dijo sorprendida por la atención que ahora recibe su hijo en Bolivia.
“Pensar que mi hijo sería el primer boliviano en la NBA nunca nos entró a la mente. Ahora no nos dejan de llover las llamadas queriéndonos entrevistar”, comentó.
En su cuarto de la universidad, Reaves tenía una bandera de Bolivia colgada en la pared y cuando su familia iba a verlo jugar, la bandera de franjas horizontales de color rojo, amarillo y verde ondeaban en las gradas.
“Yo nunca he escondido que mis orígenes son bolivianos, siempre he estado muy orgulloso de serlo, pero nunca se había corrido la voz de que yo tengo sangre boliviana”, dijo Reaves.
“Ni siquiera sabía que yo era el primer boliviano en la NBA”, apuntó.
Durante su estadía con los Mavericks, Reaves se ha ido ganando la confianza del entrenador Rick Carlisle, quien ha notado un desarrollo importante en el jugador novato.
“Josh ha aprendido mucho, tuvo un campamento de entrenamiento muy bueno y después en la G-League fue muy productivo”, dijo Carlisle en una entrevista reciente que ofreció al portal digital de los Mavericks.
“Josh es un competidor muy consistente y sus disparos al aro han mejorado”, comentó el entrenador.
Cuándo se le preguntó a Reaves qué ofrece su tipo de juego a los Mavericks, su respuesta fue inmediata.
“Yo traigo intensidad defensiva a la cancha”, dijo el jugador.
“Puedo presionar a los tiradores contrarios, me gusta chocar al rival, incomodarlo, recuperar balones y abrir la cancha”, explicó.
El número que Reaves seleccionó en su uniforme de los Mavericks de Dallas es el 23, y eso no fue una casualidad.
Su papá utilizaba el número 21 cuando practicaba básquetbol; su mamá, que también practicaba el baloncesto, utilizaba el 22.
“El número 23 es la continuación de un ciclo de vida”, afirmó.
ORGULLOSO DE SUS RAÍCES
Reaves debutó con los Mavericks el 2 de enero ante los Nets de Brooklyn, en un partido en el apenas sumó 1:36 minutos en la duela.
En Bolivia se dieron cuenta que tenían a uno de los suyos en la NBA cuando apareció en el partido del 10 agosto contra el Jazz de Utah.
Ese encuentro se efectuó en la burbuja que la NBA creó en Orlando, Florida, para proteger a sus jugadores de la pandemia de covid-19.
Ante Utah, Reaves anotó sus primeros puntos en la NBA. Ese día jugó 13:38 minutos, anotó 4 puntos y distribuyó tres asistencias. Su equipo ganó 122-114.
Desde su habitación en su hotel de Orlando, Reaves trata de comprender todo el revuelo que su persona ha causado en Bolivia.
“Todo esto me ha tomado por sorpresa, nunca me imaginé que algo así ocurriría”, dijo Reaves, quien solo ha visitado Bolivia una sola vez, cuando tenía seis años.
“Mi madre y mi abuela me inculcaron la cultura boliviana; eso siempre lo he traído en la sangre y en el corazón”, dijo el jugador de los Mavericks quien admitió que se le dificulta un poco hablar español aunque sí lo entiende bien.
Pero así como la cultura entra por el paladar, su platillo favorito es el silpancho, un platillo tradicional de Bolivia que consiste de una milanesa de carne cubierta de huevos fritos y servida con arroz y papas.
“Mi abuela cocina el mejor silpancho que existe. Eso es lo que más extraño ahora que vivo en Dallas”, confesó el jugador de los Mavericks.
“No puedo esperar a regresar a casa, ver a mi familia y comer los platillos de mi abuela”, dijo.
Los antojos tendrán que esperar mientras los Mavericks inician su participación en los playoffs, por primera vez en cuatro temporadas, y Reaves buscan consolidar su puesto portando el número 23 en su espalda. (Dallasnews.com)