Con atinada iniciativa, el gobierno transitorio encabezado por la señora Jeanine Áñez se ha propuesto desarrollar un programa de reactivación de la economía del país, cuya situación es poco menos que ruinosa y de difícil solución. Para alcanzar ese objetivo, el Ministerio de Economía ha preparado un plan destinado a resolver la situación verdaderamente angustiosa por la que atraviesa el país, una vez que se produjo el cambio político de noviembre del año pasado.
Pero esa iniciativa enfrenta dificultades fáciles de observar, ya que, por ejemplo, el actual régimen pese a ser de transición no se sabe de dónde viene ni a dónde va, pues la palabra abstracta de transición nada especifica y, por consiguiente, no se sabe de dónde parte el programa de reactivación ni a dónde se dirige. Como es sabido, las abstracciones no existen. Es más, en ningún momento ha indicado en forma concreta las características del supuesto tránsito de un nivel a otro.
Otro obstáculo que muestra ese proyecto de solución a la crisis económica del país consiste en que no hay un diagnóstico del problema. No se sabe de qué clase de enfermo se trata, ni qué enfermedad padece, por lo que tampoco se sabe qué clase de medicina deberá aplicarse al doliente que, según diagnóstico de especialistas, se encuentra en terapia intensiva y con diagnóstico reservado, con el agravante del Covid-19, que significa sobre lo mojado, llovido.
Pese a esas deficiencias, la Presidenta del gobierno transicional y el Ministro de Economía (el segundo en diez meses) han anunciado ya algunos puntos para la rehabilitación económica del país, pero se han limitado a anunciar soluciones principalmente dirigidas a los grandes industriales del oriente, ofrecer créditos a empresarios, aunque por la burocracia bancaria tales créditos no son accesibles. Dichas autoridades consideran que esa es la receta infalible para sacar al país de la crisis en que se encuentra.
Pero igual que el régimen depuesto el año pasado, los anuncios curativos no hacen ni la menor referencia a la rehabilitación de la economía de la región occidental del país, en especial la referida al problema agrario, que ha llegado al nivel de carácter catastrófico y que evoluciona en ese sentido en forma sostenida.
Ahora bien, en medio de la desorientación en que vive el país, no se sabe si el gobierno actual o el que nazca en las próximas elecciones, se dedicará a “perfeccionar” --como está sucediendo-- el caótico régimen económico dejado por el populismo de Evo Morales y compañía o bien lo cambiará por otro nuevo que realmente permita asegurar el éxito de la rehabilitación económica.
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