Bolivia sobrevive al flagelo no sólo de la pandemia del coronavirus, sino de la convulsión política, promovida por quienes fueron expulsados del Poder hace pocos meses. En consecuencia: la conspiración de la izquierda, en connivencia con la derecha, en contra del gobierno constitucional, se advierte a la legua. Sucede que aquélla arremete, desde fuera y desde dentro del país, contra él. Con el respaldo de conocidos activistas nacionales y extranjeros. Del peronismo argentino, liderado por los Fernández. De los socialistas de Cuba, de Venezuela y de los comunistas españoles.
Con ese accionar busca tumbar al gobierno, representativo de la insurrección popular de 2019, para que los fugitivos vuelvan. Para que otra mujer, afín o con militancia en ese sector político, sustituya a la actual jefe de Estado. Y lograr, de tal modo, el camino expedito hacia las próximas elecciones. Y hacer de las suyas, en ese evento, con la experiencia adquirida en fraudes electorales. Como lo hicieron en octubre de 2019 y que provocó la actual crisis política.
Ahora lo preocupante es el “virus” de la convulsión política. Resulta que el partido azul, que priorizó la construcción de canchitas en vez de hospitales en tiempos de bonanza económica, ejecuta mediante sus grupos sociales desquiciados, atentados contra la vida y la salud. En ese marco el reciente bloqueo de caminos ha impedido la circulación de ambulancias y de siete mil camiones, con alimentos, medicamentos y oxígeno medicinal, en el territorio nacional. Alguno de éstos habría sufrido el saqueo de sus mercaderías por los bloqueadores. Al extremo que dinamitaron el cerro Sayari, dejando obstruida la carretera que une Cochabamba con La Paz. Y fallecieron seis personas por falta de oxígeno en hospitales de Oruro y La Paz. Hecho que fue condenado por la opinión pública nacional y los organismos internacionales.
Los revoltosos con esas medidas de presión exigían elecciones para septiembre, como rechazo a las últimas decisiones del ente electoral. E intentan aquéllos, básicamente, evitar la suspensión de la personería jurídica de ese partido --cuyo nombre corresponde a la inspiración de un falangista ya fallecido--, debido a la torpeza de su candidato presidencial, ex ministro de Economía.
Éste, posiblemente, conoce números, pero en materia política es un cero a la izquierda. No le llega ni a las canillas de su mentor. Él se constituirá en el sepulturero de ese proyecto de tendencia radical. Él permitió, asimismo, tirar la casa por la ventana, en una época de auge de precios de nuestras materias primas, en el mercado internacional. Sobre quien recae también denuncias de daño económico al Estado, que aún no fueron esclarecidas.
Entre tanto, la población boliviana batalla duramente por contener el avance del coronavirus, que ha ocasionado miles de fallecidos. Y los gobiernos, de diferentes tendencias políticas, trabajan, en el marco de sus posibilidades, para detenerlo.
La población boliviana lucha contra el coronavirus en conformidad con las directrices de organismos de salud internacionales. Soportando confinamientos, reducción de ingresos, de empleo y cierre de empresas, por graves problemas económicos. Pero con el concurso altruista del gobierno nacional. En este contexto se inscriben los bonos y otras medidas que favorecieron y favorecen, en tiempos de pandemia, a sectores populares, entre ellos los más desprotegidos. He ahí la verdad histórica, lo demás es cuento.
En suma: los bolivianos, sin egoísmos ni subterfugios, deberíamos contribuir a la pacificación del país.
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