Crónicas del kolla
Idiota es una palabra derivada del griego, que significa “persona privada de habilidad profesional”, “compatriota”, “individuo”, idios (privado, uno mismo). Empezó usándose para un ciudadano privado y egoísta que no se ocupaba de los asuntos públicos.
Hoy la acepción de la palabra viene a constituirse en un insulto que identifica al idiota como el individuo de escasas dotes mentales que vive una subjetiva realidad imaginaria.
La noción de masificación está asociada a la idea de masas, el sujeto colectivo cuyos integrantes comparten ciertos comportamientos sociales o culturales. Cuando las masas adoptan determinada conducta, ésta se masifica (se vuelve masiva), y dicho proceso de crecimiento se conoce como masificación.
A partir de ambas definiciones trataremos de entender ciertas conductas que se han venido sosteniendo en el plano de la lucha política boliviana. Si nos remontamos a los días previos a la huelga general y bloqueos de caminos convocado por la COB en defensa de la democracia, educación y salud, razón enarbolada como bandera de lucha; sostenida luego con una praxis radical y violenta, nos encontraremos con una muestra de matices monocromáticos muy alarmantes de una masificación corrosiva y perversa, que hace de los actores secundarios, una serie de individuos manipulados, carentes de su cualidad de sujeto, dando la apariencia de idiotas masificados. Sin embargo toda la culpabilidad no se puede colocar sobre los hombros de estos actores secundarios. El dedo acusador debe estar orientado hacia los actores principales, bellacos de una ladina actitud que ha adormecido e idiotizado a unos compatriotas cuya único pecado fue y es la ignorancia; hombres de realidad empobrecida a quienes han trastocado su realidad por un imaginario supuesto alejado de toda verdad; esta generación, llamémosla “generación hipermasificada”, se ha convertido en objeto de quienes han sobresaturado una identidad cultural, bajo la premisa de una reivindicación originaria y para el colmo como fruto de una contextualización mediática millonaria. Han trasmutado su condición de ciudadanos bolivianos en una de “salvadores” de la historia, paladines de un pueblo sometido y protagonistas del “proceso de cambio” en el que están justificados todos los hechos violentos más ruines y canallas de la historia boliviana. Daría la apariencia, tal y como lo asumen estos viles personajes, que los dinamitazos, destrozo de carreteras, asalto a camiones proveedores de víveres, agresión a ciudadanos y demás violencia, son simples actividades lúdicas que “no se puede condenar y menos judicializar”, porque al hacerlo nos convertiríamos en imperialistas, enemigos de la nación, racistas, colonialistas, patriarcales, vende patrias y una seria de adjetivos calificativos que no merecen mención.
El director de esta maquiavélica obra y sus actores principales que han logrado aletargar, masificar e idiotizar a muchos de nuestros compatriotas, desintegrando en estos seres humanos el raciocinio y la capacidad reflexiva; tienen intereses que los estimulan para continuar esta criminal obra; generalmente este estímulo está generado por intereses políticos, económicos y sociales con un revestimiento de poder. Tal conducta debe ser juzgada y castigada ejemplarmente, más aún cuando existen indicios de una conducta execrable como la pedofilia en su eje principal.
Creemos que es hora de invocar el espíritu de Voltaire e inyectar el principio sobre el cual actuó la Ilustración, exigiendo como motor principal de toda acción nuestra el uso de la razón.
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