Con una profunda recesión económica por el virus de origen chino y el bloqueo masista de carreteras, que provocó una enorme pérdida económica al Estado, el futuro nacional se torna oscuro e incierto. Una situación que tendrá que ser encarada por el “salvador” o “salvadora”, que surgirá de las urnas electorales en octubre próximo. Sea de izquierda o derecha. Y hoy ya no están en auge nuestras materias primas en el mercado internacional.
Po ello, la actividad económica tenderá a disminuir, aumentará el número de desempleados y se profundizará la pobreza. Obviamente, se ensanchará la desigualdad. Asimismo empresas afectadas por la recesión cerrarán sus puertas, en desmedro del empleo digno y seguro. Lamentablemente no existe asistencia gubernamental para evitar esa catástrofe laboral.
“La desocupación, por efectos de la cuarentena, alcanzó a 153 mil trabajadores, a fines del primer semestre del 2020”, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Pero sabemos que Bolivia jamás se ha rendido ante los problemas internos ni externos. Ni ante sus coyunturales enemigos, que siempre han pretendido devastarla. Bolivia ha lidiado contra la adversidad desde que surgió a la vida libre, independiente y soberana, en 1825, doblegándola en numerosas ocasiones, logrando construir puentes de amistad, entendimiento y mutua cooperación, por el bien común. Recordemos que Bolivia nació pobre, pero supo salir adelante.
En consecuencia: de la crisis política, económica, social y sanitaria, resurgirá una Bolivia fortificada, para alegría de muchos y pesar de unos cuantos, radicales y desalmados. Que sólo buscan sembrar zozobra, con grupos irregulares armados.
El esfuerzo mancomunado de quienes están identificados con el rojo, amarillo y verde, será determinante, para alcanzar ese objetivo. Y despejaremos las barreras que obstruyen el desarrollo nacional.
Es el momento de reconstruir Bolivia, golpeada por la intransigencia extremista. Privada de alimentos, medicamentos, oxigeno medicinal y otros insumos de salud. El extremismo ha intentado sofocarla, bloqueando y dinamitando carreteras. Saqueando camiones de alto tonelaje en puntos de conflicto. Con agresiones, verbales y materiales, a personas secuestradas. Con amenazas a pobladores que no comulgaban con el vandalismo, la violencia y el terrorismo. Con muertos por falta de oxígeno en nosocomios. Con la destrucción del ornato público y una población confrontada. Pero Bolivia no se ha rendido ni se rendirá ante el extremismo.
Jamás vimos una situación así, desde que fue restituida la Democracia en 1982. Porque asistimos, entonces, a la transición pacífica, del militarismo al civilismo. Nadie quiso perpetuarse en el Poder. Ni izquierdas ni derechas. Primó la cordura, el desprendimiento y la vocación de servicio a Bolivia, no al bolsillo. De veras que las acciones constructivas son hitos imperecederos, y las acciones destructivas merecen repudio y condena unánimes.
Es el momento de identificarnos con Bolivia, que se debate por el maldito coronavirus y acciones destructivas como los bloqueos de caminos, entre la vida y la muerte. Es el momento de promover la cultura de la paz, que nos permita anula la violencia, la intransigencia e incomprensión. Debiéramos someternos al desarme espiritual para tal efecto.
En suma: tengamos siempre presente que los hombres pasan y los pueblos quedan.
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