Encarar el futuro con mucha honestidad y responsabilidad

Aunque no se tiene certeza de cuándo y cómo concluirá el accionar del coronavirus, quienes poseen poder político o económico o de cualquier naturaleza deberán asumir su papel, conscientes de que les espera un trabajo de titanes, una misión que será difícil de cumplir. Pero, en todo caso, deberán tomar en cuenta las experiencias recogidas en este tiempo de duración de la pandemia, que ha significado serios cambios en lo político, económico, social y hasta cultural y sociológico, los que la humanidad deberá enfrentar con mucho coraje y responsabilidad.

Parecería que es extemporáneo pedir que los hombres que tienen en sus manos el destino de la humanidad, empiecen a barajar posibles soluciones, diversas y diferentes posibilidades de cambios que haya que introducir en la existencia del mismo planeta, porque hay que suponer que todo afectará a todos, sin distinciones que muestren diferencias radicales. La especie de “revoltijo” que se ha producido en los diferentes países es tal, que resulta difícil describir, tanto por su cantidad como por su diversidad. No obstante todo ello, cada país --especialmente del mundo rico y desarrollado-- sabrá encontrar los medios que engranen soluciones para cada situación, por más compleja que sea, debido al curso que sigue el virus. Tal vez sea factible hacer correcciones y actualizaciones según las circunstancias.

Nadie puede colegir qué pasará en los próximos días y si la enfermedad dará paso a vacunas y remedios que palíen la contundencia del mal que ya ha cobrado muchas muertes y millones de casos que complotan contra las esperanzas de numerosas familias que viven con la angustia de no saber cómo y cuándo terminará un calvario largamente soportado. De todos modos, las naciones cifran sus esperanzas en que la ciencia pueda arribar a soluciones que terminen o siquiera disminuyan el accionar del virus; esas esperanzas dan cauce también a la certeza de que naciones y pueblos hayan aprendido de las experiencias sufridas y muchas recogidas con las vidas de sus seres queridos, porque es evidente que el hombre tiene que aprender de sus errores, de sus traspiés y hasta de los pasos que no da por cobardía e irresponsabilidad, como es el caso de quienes no han seguido las reglas establecidas para evitar los contagios.

De todos modos y cualquiera sea el final del drama, la humanidad deberá encarar su futuro con honestidad y responsabilidad; no hacerlo así es retomar el accionar del virus o la presencia de algún otro más grave para lo que no se estará preparado. Son, pues, incógnitas las planteadas por no saber cómo responder y menos encarar cualquier nuevo desafío. Lo importante sería que el hombre, basado en las experiencias recogidas en estos meses, asuma el propósito de no repetir errores antiguos que muchas veces estuvieron basados en lo que no debe hacerse, en lo que estaría contaminado por la corrupción. Es preciso encarar todo no solamente con honestidad sino con honradez, decencia y limpieza, porque lo que se empieza mal, con seguridad terminará mal o servirá para agravar situaciones no deseadas.

Es necesario que cada pueblo asuma la responsabilidad que le corresponda para evitar yerros que podrían ser fatales porque el mal sufrido ha demostrado no ser un juego o simplemente una “gripe contagiosa”, sino una guerra que debe ser librada con toda energía, honestidad y responsabilidad por parte de todos los países y sus pueblos, que deben aprender de lo padecido para no caer en la sima de desesperación y angustia que ha postrado de rodillas a la humanidad.