José Luis Bautista Vallejos
Todos tenemos la obligación de pasar por ritos de paso para ser reconocidos como integrantes de una comunidad o de la sociedad. Esto sucede en todas partes el mundo; sin embargo, en el caso específico boliviano, esto tiene que ver, también, con la aceptación de la sociedad a nuestro rango como seres humanos. En el mundo andino, las personas siguen un t’aqui para ser j’aques. En las ciudades del occidente boliviano, fuertemente influenciadas por el espíritu aimara, esto supone que varones y mujeres deben atravesar por ciertas etapas para alcanzar esa aceptación social o comunal. Ser bachiller es, pues, un rito de paso, de tal modo que muchos atraviesan esta etapa solo por cumplir con el requisito sociocultural y no aprovechan la experiencia que conlleva estudiar áreas diversas, aprender diferentes perspectivas de la vida, interactuar con personas del mismo grupo etario y generación, explorar distintos ámbitos del conocimiento para descubrir vocaciones escondidas y, en suma, disfrutar de esta etapa, antes que, simplemente, sufrirla para cumplir con la exigencia social.
En todo caso, los estudiantes que ahora están frente a las universidades u otros centros de educación superior ya terminaron sus estudios de bachillerato, y si disfrutaron inteligentemente esta etapa de doce años o la soportaron con mucho dolor, debería ser motivo de reflexión y análisis en los días subsecuentes.
Para el futuro, empero, se debería tomar en cuenta una serie de aspectos para garantizar que las próximas etapas no constituyan simples ritos de paso, sino periodos plenos y satisfactorios. Dichos aspectos son: la búsqueda de la excelencia, la manifestación del orgullo de ser boliviano, la lucha por la erradicación de vicios morales, la práctica de principios éticos y la búsqueda de la felicidad.
Primero, un bachiller debe apuntar a la excelencia en todos los ámbitos de la vida, especialmente en la elección de una carrera u oficio para desarrollar dos cosas: la generación de ingresos económicos y el aporte al país desde un campo laboral de servicio a los demás. Pepe Murillo decía en una ocasión que si alguien se dedica a ser zapatero, debe aspirar a ser el mejor en su ramo. Esto, aplicado a todos los campos profesionales o de oficios, supone que todos y cada uno de nosotros apoyemos a mejorar la situación integral de nuestra nación, ofreciendo calidad en nuestros productos o servicios.
Segundo, un bachiller debe sentir orgullo por ser boliviano. Cuando un europeo, o chileno o argentino llega a Bolivia, aun después de treinta años en nuestra suelo patrio preserva su acento como signo de “extranjero” o “no boliviano”, debido a que en el país se valora como positivo, muchas veces acríticamente, todo lo que viene de afuera. Si un boliviano, en cambio, está cinco minutos en algún aeropuerto en Chile o en Argentina, inmediatamente adopta el acento de esos países y retorna con él a nuestras ciudades. Qué hermoso sería escuchar “pelandiga”, “Yaps”, “Yaaa“, en Madrid, Santiago, Buenos Aires, Londres, sin que sus enunciadores sientan vergüenza de lo que son: hijos de esta maravillosa tierra boliviana que nos vio nacer.
Tercero, un bachiller debe ayudar a erradicar los vicios morales que hay en Bolivia: el servilismo, el alcoholismo disimulado por prácticas culturales, la mediocridad, la ley del mínimo esfuerzo, la hora boliviana, la vida parasitaria; y, por el contrario, debe luchar para alcanzar niveles de excelencia, alta calidad, eficiencia y eficacia para servir al país y no vivir a costa de él.
Cuarto, un bachiller debe ser una persona con sólidos principios morales, ya que esto garantiza que no robará, aun cuando pueda hacerlo. Si alguien es responsable del manejo de 100 Bs para realizar una rifa, por ejemplo, y aprovecha esta situación para quedarse con algo de dinero, engañando a los demás, cuando tenga la posibilidad de ser responsable de millones de Bs hará exactamente lo mismo. Una persona para actuar con ética probablemente no requiera de una gran educación, sino meramente de valores enraizados a tal punto que sean hábitos inherentes a su personalidad.
Por último, un bachiller debe comprometerse a buscar la felicidad y realización personales. Juan Enrique Jurado dice: “Vivir por vivir/ no hace falta, pues, vivir,/ tiene que haber un motivo/ tienes que luchar por él”. Eso significa que cada persona ha sido enviada por Dios a este mundo para cumplir un propósito, para alcanzar metas personales que tienen sentido individual, al principio, y colectivo, una vez que cristalizan. En efecto, el “Grillo” Villegas, por ejemplo, es un guitarrista que comenzó su labor por simple afición, pero ahora es uno de los íconos de la música contemporánea boliviana y un orgullo para el país, contribuyendo con sus composiciones a la cultura inmaterial boliviana.
Que Dios, nuestro señor Jesucristo, los bendiga superabundantemente. Luchen por ser felices y hacer felices a los demás. ¡Esfuércense todos los días de sus vidas por hacer que nuestro país sea el mejor del mundo!
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