Buscando la verdad
El derecho a la vida, la alimentación y la salud son derechos humanos inalienables y todo lo que ayude a tal propósito es un derecho derivado, como el permitir a nuestros sacrificados productores agrícolas, acceder al uso de la biotecnología para producir más y mejores alimentos.
Dada la inversión por varios miles de millones de dólares durante décadas en campos; maquinaria y vehículos; construcciones civiles, silos, laboratorios y mantenimiento de caminos --ejecutada por cambas, collas, chapacos, japoneses, menonitas, rusos, argentinos, brasileños, etc.-- permitirles el uso de semillas genéticamente mejoradas para aumentar la producción con mayores rendimientos antes que por deforestación, sería digno de apoyar.
Esta tecnología ayuda a enfrentar los efectos del cambio climático, v.gr., con semillas tolerantes al stress hídrico y a bajar el costo del control de plagas asociadas, llevando al cultivo a desarrollar su máximo potencial. Permite, además, una producción más amigable con el medio ambiente siendo “una bendición para la biodiversidad global” que ayuda al desarrollo de los agricultores por ser una tecnología de fácil acceso (lo dicen más de 150 Premios Nobel).
Si el complejo oleoproteico de la soya ha permitido a Bolivia ahorrar millones de dólares al sustituir la importación de aceites vegetales y grasas animales, con soya nacional; y, si gracias a la técnica conservacionista de la siembra directa y la rotación de cultivos con trigo, maíz, girasol y sorgo, cada día comemos pan; carnes de res, pollo, cerdo y pescado; huevos, leche, queso, mantequilla, yogurt y otros… ¿por qué el “agronegocio” del grano de oro es criticado?
Pero, el modelo agroproductivo cruceño va más allá del mercado interno, pasando de la seguridad a la soberanía alimentaria, generando más de 1.000 millones de dólares por excedentes exportados, siendo la mano de obra de los bolivianos, el principal valor agregado. Más de 1.000.000 de personas dependen directa o indirectamente de la cadena productiva de la soya. Muchos de los exitosos agroproductores a escala de hoy, fueron migrantes pobres que llegaron del interior expulsados por el clima, las plagas y la agricultura de subsistencia.
Por ello, es incomprensible una reciente Acción Popular interpuesta en contra de la agrobiotecnología que --al ser impopular para decenas de miles de productores agropecuarios, industriales, exportadores y sus familias-- los llevó a articularse para defenderse. Ciertamente, el diablo no sabe para quién trabaja…
El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.
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