753.360 días

Cuando miro el reloj y veo cómo corre el segundero, me pongo a meditar sobre cómo corre el tiempo, inexorable, sumando segundo a segundo, corren los minutos y forman las horas, luego los días, luego los meses, luego los años. Hoy jueves en que se publica esta columna, cumpliendo mis 86 años de vida me he dado cuenta que han transcurrido 753.360 días desde el momento en que mi madre me dio a luz.

Durante este largo periodo de vida he tenido la suerte de participar y apreciar los importantes cambios que han transformado a nuestro país de una nación pobre, atrasada en todos los aspectos que hacen a la vida económica y social, en un país mejor colocado en el ámbito sudamericano.

A continuación, para ser más concreto, tomaré los datos de una investigación realizada por Hebert Klein, de la Universidad de Stanford, con el título “Hechos históricos de Bolivia 1950 – 1980”. Pero, debo señalar que, desde mi vida en colegio en Oruro, he sido partícipe de muchos de esos cambios, en mi condición de dirigente estudiantil y posteriormente en mi etapa de vida universitaria en Cochabamba como dirigente, gracias a lo cual fui miembro del Consejo Universitario, donde conocí a profesionales y dirigentes políticos, en un periodo en el cual había importantes líderes políticos. Posteriormente, como profesional ingeniero agrónomo, seguido de haber logrado dos maestrías en Economía Agrícola, una en la Universidad de Visosa, Brasil y luego en Madison, Wisconsin, seguido del Ph.D.

Cuál fue el cambio más trascendental que se dio en nuestro país, sin lugar a dudas, con el ascenso al poder del Movimiento Nacional Revolucionario, con Víctor Paz como presidente de la República, y el ABC aplicado de Voto Universal, Reforma Agraria y Nacionalización de Minas.

A continuación, sigue una primera parte del trabajo de Hebert Klein.

“En 1952, Bolivia era una sociedad predominantemente rural, la mayoría de su población estaba sólo marginalmente integrada en la economía nacional. De todas las personas económicamente activas listadas en el censo de 1950, el 72 por ciento estaba involucrado en la agricultura o en las industrias afines1. Aun así, esta fuerza de trabajo solamente producía alrededor de 33 por ciento del producto interno bruto, una discrepancia que claramente indica el serio retraso económico de este sector. Aunque Bolivia tenía un sector minero moderno, pero envejeciendo, poseía por el contrario pocas industrias nacionales. Sólo una minoría de los trabajadores participaba del sector moderno de trabajo. La mayoría de los trabajadores eran agricultores que producían cosechas tradicionales del Altiplano Andino. Aunque mayormente rural y agrícola, Bolivia ni siquiera podía alimentar a su población nacional a mediados del Siglo XX. A través de la constante expansión del sistema de hacienda, la distribución de la tierra se convirtió en una de las más injustas de América Latina. El 6 por ciento de los dueños de las tierras que tenían 1.000 hectáreas o más de tierra controlaba el 92 por ciento de la tierra cultivable de la república. Aún más, esas grandes extensiones de tierra eran subutilizadas, pues, de la propiedad de 1.000 hectáreas, se cultivaba sólo el 1.5 por ciento de estas tierras. En el extremo opuesto, estaba el 60 por ciento de los propietarios que poseía 5 hectáreas o menos, verdaderos minifundios, que contaba sólo con el 0.2 por ciento de toda la tierra y que fue forzado, en promedio, a poner el 54 por ciento de sus tierras para el cultivo. La extrema desigualdad en la división de la tierra era esencial en el control del trabajo rural. Poseyendo las mejores tierras en todas las zonas de la república, los hacendados obtenían su fuerza de trabajo ofreciendo el usufructo de las tierras a cambio de trabajo”.

Suficiente por hoy, seguiré la próxima semana.