Todo muestra que las experiencias no sirven, porque tanto gobierno como dirigentes sindicales o de diversas entidades y hasta alguna parte de la colectividad, han aprendido muy bien que las posiciones extremas, las amenazas, las manifestaciones, las movilizaciones y las prevenciones “hasta las últimas consecuencias” no tienen valor ni peso, son simples expresiones populistas y demagógicas que sirven para reemplazar o disfrazar posiciones irresponsables; al contrario, empeoran situaciones, complican problemas, agravan extremos que podrían remediarse mediante el diálogo, la concertación y la comprensión de los múltiples problemas que aquejan al país.
Referirse a “movilización general” cuando nadie está estático, sin movimiento ni vida, cuando hay hasta resignación y constancia en muchas entidades políticas, sociales, económicas, laborales, etc. y señalar, airados, “hasta las últimas consecuencias” no es otra cosa que jugar con las palabras, proferir amenazas sin ninguna consistencia y menos seriedad. Es una frase que, acompañada a las “movilizaciones”, no alcanza para algo ni llega a algún objetivo; son, finalmente, expresiones de entidades y personas que no saben qué decir, que se sienten impotentes ante su propia incapacidad para dialogar, para sugerir soluciones, para dar opciones a los problemas planteados.
Es preciso convenir en que muchos dirigentes de organizaciones y entidades ven las cosas solo unilateralmente; es decir, del lado de las demandas, de los pedidos, de las exigencias e imposiciones y están muy lejos de las realidades, de las posibilidades ciertas del país: No muestran posiciones lógicas, coherentes, que puedan ser factibles y que no signifiquen en el mediano o largo plazo empeorar la situación y posibilidades reales del país. En todo caso, lo ideal sería que cada sector, actividad, entidad e institución muestren posiciones coherentes, concretas, realistas y factibles; no emitir declaraciones sin fundamento y que solo obedecen a “movilización” de los ánimos muchas veces exaltados.
Será bueno, pues, que el gobierno y las entidades y organizaciones no se atengan a las “movilizaciones” ni a “las últimas consecuencias” que no son otra cosa que expresiones demagógicas y populistas, esgrimidas por quienes viven precipitados y no saben qué decir ni a qué dicho o frase recurrir porque ellos tampoco tienen imaginación ni forma de pensar algo que sea coherente, justo y realista.
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