Al cumplirse diez meses del gobierno de transición, presidido por la señora Jeanine Áñez, la evaluación de su desarrollo y perspectiva --de necesario conocimiento para la historia-- podría decirse que fue agitado y prolongado innecesariamente. Se puede decir que enfrentó una serie de agudos problemas, empezando por haber llegado al Palacio Quemado por una gestión legislativa y no haberse convertido en gobierno revolucionario como le habría correspondido en caso de responder a la insurrección popular que el 11 de noviembre derribó a los caudillos con pies de barro del MAS y sus califas, Evo Morales, Álvaro García y cía.
Enseguida, por si fuera poco, se produjo un gran tropezón. La presidenta promulgó el 20 de enero la Ley 1.270 de “prórroga del mandato de los Asambleístas de la Asamblea Legislativa Plurinacional y las Autoridades Electas de las entidades territoriales autónomas...”, lo cual significó la firma de su propia condena de muerte y creó, en esa forma, un gobierno de doble poder, formado por la presidenta y sus amigos, por un lado, y por los seguidores del MAS residual, por otro, con lo que creó el antagonismo monumental que hoy angustia al país.
Efectivamente, cuando el sector de Jeanine dentro del gobierno quiso gobernar al país, chocó con la resistencia del sector del MAS y así empezó una guerra de guerrillas entre los dos grupos, la misma que se fue convirtiendo hasta el presente en una guerra regular de caracteres verdaderamente escandalosos no solo a los ojos de los bolivianos sino de todo el mundo.
Entonces, pasados los festejos, el poder del MAS empezó a gobernar por su cuenta al país, relegado el poder de Jeanine a segundo plano y obligando al otro sector a cumplir sus órdenes y promulgar leyes contrarias al interés nacional y la orientación de la jefe de Estado y, además, ponerlas en aplicación bajo la amenaza de linchamiento emitido por Eva Copa.
Los dos poderes gobiernan desde entonces el país, a su gusto y sabor, adoptando cada uno de ellos las medidas convenientes a sus intereses y consolidando el dualismo del poder. En particular, la mayoría parlamentaria del MAS sanciona leyes y si el Ejecutivo no las promulga, lo hace la presidenta del Senado, dejando al Ejecutivo con un palmo de narices. Por su parte, si el Ejecutivo recibe leyes para promulgar, no lo hace y las envía al Tribunal Constitucional para su revisión, rechazo o aprobación y como ese Tribunal está copado por el MAS, lo que hace es decidir en contra del sector de Jeanine, ya bastante venido a menos. Es más, en algunos casos los ignora o los devuelve a su lugar de origen, produciendo oleajes huracanados.
Desde su origen, los dos poderes gobiernan al país, acentuando la intranquilidad de la población y frenando la economía y mostrando una imagen lamentable del país y, además, sin que los “analistas políticos” tomen la palabra sobre esos asuntos cruciales y se dedican en cambio a cuestiones de mínima cuantía, colaborando, en esa forma, a crear mayor desbarajuste o sea echar más leña al fuego.
Entre tanto, las presidentas se miran de “cuti ojo” desde sus capitales provinciales, ignorando la realidad general del país. Toman lo mínimo como lo máximo y viceversa, olvidando que más de diez millones de habitantes del país tienen sus ojos clavados en ellas.
El problema central del país es este momento político. La política no puede ser echada al lado ni menospreciada. Al contrario de la presidenta del Senado, que recibe a diario órdenes políticas desde Buenos Aires, la presidenta del Ejecutivo ha afirmado, además, que solo está dedicada a atender a la población y a la economía y que ha dejado para después la política, lo que fue calificado por un analista como posición “empírico-positivista”.
Mas, ahí no termina la cuestión. En medio de esa camorra de cocina, la presidenta Áñez ha acudido al Tribunal Constitucional y como éste es parte del poder dual controlado por el MAS, le ha tirado con las puertas en las narices y le ha rechazado varias solicitudes, dejando ver que el poder dual Jeanine-Copa está llegando a su fin y solo quedará el de Copa. No se olvida que también muchos jueces del régimen dictatorial ponen en libertad a conocidos delincuentes y hasta pueden autorizar la elección del cocalero para senador, lo que en el lenguaje popular se llama “las palomas contra las escopetas”.
Sobre mojado, llovido. Casi todos los partidos políticos que apoyaban a la mandataria también se pasaron al frente y uno de ellos ha sido denunciado de “alcahuetería” por identificarse con Evo Morales. Y algo más, la gigantesca burocracia hasta ayer neutral, al ver perder a su partido protector, ahora está dedicada a sabotear a Jeanine y tender la cama para el retorno del libidinoso estrupador y del asaltante de caminos y caudales de la Universidad de Cochabamba. El caudillo contrarrevolucionario que durante catorce años dividió y saqueó el país, ahora habla de unirlo y defenderlo.
El país está metido en un embrollo gigantesco, girando en un círculo vicioso y pareciera que no tiene solución. Pero, contra todo pronóstico, “tiene solución”.
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