En Bolivia --como en la mayoría de las naciones pobres-- nos debatimos en medio de crisis que acrecienta los grados de pobreza, especialmente por las consecuencias que conlleva el coronavirus que demanda la adopción de medidas jamás pensadas y que han debilitado en sumo grado las posibilidades financieras. La crisis determina que se piense con mucha persistencia en la necesidad de la producción, en la urgencia de instalar nuevas fuentes de trabajo que impliquen no solamente la cobertura de empleo para salvar siquiera mínimamente el grave problema de carencia de trabajo, especialmente para los jóvenes. Estas ansiedades por la producción se deben a que ésta puede ser generadora de fuertes ingresos, pero sustancialmente de remedio para graves problemas. Para ello se requiere un valor sustantivo y que debe tener mucha importancia: la moral de la producción, un valor casi siempre olvidado y que, de tanto en tanto, hace recordar conceptos muy precisos del Papa Juan Pablo II que en diversas oportunidades expresó:
“La producción no puede limitarse a las cifras, por muy óptimas que sean; debe tener un contenido moral; la prosperidad es una suma de virtudes, como la laboriosidad, competencia, orden, honestidad, iniciativa, frugalidad, ahorro, espíritu de servicio, cumplimiento de la palabra empeñada, audacia, amor al trabajo bien hecho”. Son normas que compete cumplirlas a los empresarios, para que surjan las respuestas positivas de los empleados y dependientes para la producción. Las referencias a los trabajadores fueron claras y terminantes porque, evidentemente, la prosperidad no debe limitarse al salario sino a una formación que comprenda un grado mínimo de educación, cultura y capacitación laboral, que son parte sustantiva de la moral bien practicada y mejor entendida: “La educación es llave maestra del futuro, camino de integración de los marginados, alma del dinamismo social, derecho y deber de la persona humana”, dijo el Papa.
Evidentemente, es preciso meditar sobre las competencias de las empresas y de los trabajadores porque, si la responsabilidad de liberar al país de la crisis está en manos de las empresas y de los trabajadores, valdría mucho tener en cuenta las siguientes enseñanzas: “Ningún sistema o estructura social puede resolver, como por arte de magia, el problema de la pobreza al margen de las virtudes; a la larga, tanto el diseño como el funcionamiento de las instituciones reflejan los hábitos de los sujetos humanos, que se adquiere especialmente en el proceso educativo y conforman una auténtica cultura laboral”, dijo el Papa para exhortar a todos los sectores con miras a una producción basada en los conocimientos mediante la educación y, sobre todo, a la aplicación de la moral en todo emprendimiento. Y es que es preciso reconocer que en todo proceso productivo se ha dejado de lado los principios morales que deberían regir para toda actividad en la vida del hombre, haciendo abstracción de posiciones políticas que han desvirtuado la esencia y los objetivos de la producción que, para algunos, se debe conseguir a cualquier precio, sin importar que ésta desprecie y postergue al hombre; para muchos políticos es un simple elemento político.
Las situaciones por las que atravesamos, incluso con el aditamento del virus que cobra vidas, debería plantearnos la urgencia de adquirir educación en la moral de la producción, especialmente cuando prácticamente iniciaremos nuevas formas y medios de vivir luego de las largas experiencias que se sufre y que exigen cambios que mostrarán caminos más ciertos y acordes con la realidad.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |