La llegada de septiembre dio luz verde al inicio de la vorágine en la búsqueda y modificación de la intención de voto, por parte de las diferentes tiendas políticas; considerando la última encuesta, luego del tortuoso proceso en la evolución de los desagradables y perniciosos acontecimientos políticos, sociales, económicos y la identificación clara de sus actores, desde el pasado 20 de octubre de 2019 a la fecha, con especial énfasis respecto a lo ocurrido en agosto de este año. Se cuenta con un parámetro importante que dará inicio a la campaña que, en términos formales, según agenda electoral inició este 6 de septiembre, donde las nuevas generaciones de votantes configuran un importante objetivo.
Las evidencias empíricas establecidas por los diferentes organismos y entidades globales en el ámbito de la mercadotecnia y las tecnologías de información y comunicación, posicionados en los inmensos océanos comerciales e instalados en el inconmensurable ciberespacio, indican que la generación “Z” representa el 32% y los conocidísimos millennials suman un 31.5% de la población mundial en 2019. Tales cifras aumentarían en 2020, otorgando datos referenciales interesantes para todos los efectos, cuyas tendencias se reproducen en la gran mayoría de los países del orbe, siendo los límites generacionales muy útiles para establecer, en este caso, el mercado del voto.
En este contexto, el objetivo se traduce en los zetas y los millenials más jóvenes como nuevos votantes, entre los mayores de 18 hasta los 24 años de edad a 2020; esto es, considerar cantidades potenciales siempre importantes para sumar; entonces, los zetas de 18, 19 y 20 años y millennials de 21 a 24, unos que votarán por primera vez y otros que si bien lo hicieron, se frustraron profundamente, por la anulación forzosa, pues consideran que fue en vano el cumplimiento de sus derechos políticos, más allá del voto con alguna orientación ideológica o al menos de influencia política. Lo cierto es que es una triste primera realidad para ellos, aparentemente sin el talante valórico, considerado por los tradicionales analistas interesados o independientes, pero que en realidad produjo una importante reflexión, más que todo por el hecho de vivir en carne propia su primera experiencia política participativa y las consecuencias reales en estos 10 últimos meses como lecciones de vida, que ningún factor de influencia, proyección de estudio, grupo focal o adoctrinamiento colectivo pueden recrear en las mentes de estos adelantados y audaces jóvenes. Ellos están conectados con la información rápida, oportuna, uso de las redes sociales con experticias naturales y superiores a todos, incluyendo a los millennials mayores de 24 años, fácilmente youtubers e influensers, constructores de información, etc.
Resulta complicado cambiar sus convicciones, por su aprendizaje acelerado, fácil e ilimitado acceso a la exposición del conocimiento; son comprometidos y realmente les preocupan la sociedad y el futuro.
Entonces, adecuando los datos anotados y considerando la proyección poblacional y por edades, que el Instituto Nacional de Estadística de nuestro medio establece --datos más y datos menos, dando certidumbre a lo que tenemos--, tenemos lo siguiente: 685.627 zetas y 815.713 millennials, haciendo un total de 1.501.340, que significaría un notable 20,2% del padrón electoral, que se conocerá este próximo 15 de septiembre, según el titular del Órgano Electoral, siendo probable y muy cercano o superior a los 7,4 millones de habilitados para votar, cifra superior respecto al padrón 2019, que fue de 7.315.364 (dato certificado OEP).
Pero también es pertinente considerar la situación sanitaria y el temor generalizado que podría afectar dicho crecimiento natural, sin embargo, inclusive en un hipotético escenario sin crecimiento, sería de un 20% de jóvenes votantes, pero no al extremo, como lo manifestado por el vocal del Tribunal Supremo Electoral, Sr. Hassenteufel, el pasado 6 de marzo, cuando aseveró que “posiblemente no se llegaría a los 7 millones…”, reflejado por los diferentes medios escritos que permanecen en Internet. Es decir, al menos 350 mil votantes menos, siendo una muy aventurada prospectiva. Tendríamos que conocer la justificación técnica y objetiva si se confirmara ese pronóstico. Lo que es ciertamente probable, es el ausentismo como producto de la vigente pandemia y el contagio comunitario, que inhibiría la asistencia física para el cumplimiento del voto, como lo acontecido en las elecciones en la República de Santo Domingo el pasado 5 de julio. En nuestro medio, en mi criterio mayoritariamente sería por la reticencia de las personas mayores, pero no por los impetuosos y ansiosos jóvenes.
Entonces, ante este potencial mercado del voto, seleccionado como blanco por los furtivos cazadores políticos del voto, tomarán en cuenta que, independiente de su natural distribución en los escenarios territoriales de las circunscripciones, que siguen siendo 63 en la misma distribución departamental, ubicados en las 112 provincias y las diferentes mesas electorales, estos jóvenes “físicamente” están ahora concentrados en el ciberespacio, clasificados y distribuidos en estudiantes de colegio sin actividad formal, manteniendo su origen familiar en importante medida transculturizados, los de capitales de departamento, ciudades intermedias y poblaciones menores y alejadas, ahora cercanos a otras latitudes. Asimismo, los de unidades educativas fiscales, tradicionales y no conocidas, de convenio y privados, éstos últimos en exclusivos, los caros, los típicos de clase media y otros muchos económicos con su correspondiente particularidad de influencia; los estudiantes de las 11 Universidades Públicas, encabezados por los grandes aglutinadores de decenas de miles, como la Gabriel René Moreno, Mayor de San Andrés, San Simón, UPEA, etc., identificados por las polarizaciones políticas internas, víctimas de la intromisión e influencia de los políticos del último decenio; estudiantes en las muchas universidades del sistema privado, cada vez más competitivas y generadoras de estatus y los estudiantes uniformados en universidades del régimen especial, tradicionalmente conservadoras de disciplina y obediencia, como la Universidad de las FFAA, conformadas por la Escuela Naval, Colegios Militares de Ejército, Aviación y sus Escuelas Técnicas Superiores, y los de la Escuela Militar de Ingeniería (EMI); la UNIPOL de la Policía y sus unidades académicas en cada Departamento del país, sumando varios miles entre egresados y actualmente estudiantes que dejaron de gritar patria o muerte; la Católica San Pablo que mantiene su gran prestigio y la Universidad Andina; sin dejar de considerar a jóvenes estudiantes de los institutos tecnológicos e institutos medios tradicionales que aglutinan a otros miles, que también tiene particularidades especiales y los que están fuera del territorio boliviano, pero más cerca que nunca, sin olvidar a jóvenes de la fuerza laboral gremial, minera y fabril.
Sin dejar de considerar que hay un antes y un después del 21 de febrero de 2016, en el ámbito lógico-virtual de Internet, en el marco del marketing político, a la fecha se han generado diferencias cuantitativas y cualitativas que podrían marcar la diferencia, si se subestima sobre todo a la fuerza e influencia que representan estos grupos etarios y actores actuales de la defensa de nuestra democracia.
Ariel Torrez Guerra es licenciado en Administración Superior en Seguridad Pública.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
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