Entre los desaciertos que comete o pudiese cometer el gobierno está, innegablemente, el haber clausurado el año escolar (como si se tratase de cerrar una tienda de abarrotes). La medida es contraproducente y contraria en todo sentido a la niñez y, lo más grave, atentatoria contra el país porque es cerrar las puertas de la educación, la cultura y las ciencias del conocimiento a quienes precisan, con mucha urgencia y mucho más que otras naciones, de contar con una educación excelente. Nadie niega que la pandemia provocada por el coronavirus obliga a tomar precauciones y medidas conducentes a preservar a la población y mucho más a la niñez de mayores peligros; pero, ¿clausurar el año escolar teniendo conciencia de que es lo más urgente y necesario para niños y jóvenes? ¿Fue el gobierno o solo el ministro de Educación el autor de semejante desatino?
Nuestros niños y jóvenes son privados de la educación en escuelas y colegios desde hace meses; pocos son los que pudieron acogerse a la educación virtual porque no todos tienen la posibilidad de contar con los equipos y el servicio de internet y cuyos padres tienen conocimiento de los mismos. ¿Por qué no se amplía este modo de enseñanza con la dotación de equipos y provisión del servicio de internet?
Son muchas las donaciones que el país ha recibido tanto de países amigos como de instituciones y, al margen de ello, se han ensamblado las computadoras Quipus en nuestro país y han sido desechadas por creérselas inútiles. Al respecto, lo que correspondería es actualizar esos equipos y habilitarlos para uso de los profesionales de la educación y niños; adicionalmente, el gobierno tendría que ver la forma de rebajar los costos del servicio de Internet y universalizar su uso para hacer realidad la educación virtual, especialmente en establecimientos fiscales y rurales; porque a lo que se debe propender es a que la educación llegue a todos los estratos, sin distinción alguna, porque el país depende de sus niños y jóvenes de toda posición social y económica; de otro modo, se crea condiciones de marginar y prescindir de parte de la población cuyo futuro depende grandemente de la educación.
Quienes han decidido la medida de clausurar el año escolar han cometido un grave error y deberían ver qué es lo que podría hacerse para subsanar lo que es atentatorio y contraproducente. La idea peregrina de dejar sin escuelas y colegios al país es contraria al sentido común.
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