Marcelo Miranda Loayza
¿Hasta dónde debe ir la voluntad de diálogo?, ¿hasta dónde debemos aguantar abusos, delitos y amenazas en aras de la paz y el entendimiento? ¿Es necesario sacrificar valores éticos (que deberían ser innegociables) solo para “pacificar” el país? Todas estas preguntas están hoy sobre el tapete. Para la mayoría de los políticos el “diálogo” es la llave para la obtención de poder, es decir, su actitud timorata y pusilánime tiene un trasfondo de cálculo político, donde el no arriesgar nada es sinónimo de buen actuar, esto con el fin de quedar como “pacifista” ante la opinión pública.
El Papa Francisco señalaba en su Homilía en Santa Marta el 25 de noviembre de 2016: “El diablo es un mentiroso, es el padre de la mentira, es un estafador, Jesús nos enseña a no dialogar nunca con el diablo. Con el diablo no se dialoga”, es decir, con el mal no se dialoga, no se transa ni se pacta, pero pese a ello nuestros actores políticos una y otra vez prefieren acercarse al mal para transar con él a cambio de unas pocas monedas. Lastimosamente, en este sentido no tenemos a ningún actor político que no se haya codeado con el mal (MAS), incluso comparando a Evo Morales con Simón Bolívar, esto con el afán de quedar bien con el poder para poder así sacar una pequeña tajada del mismo.
Creo que tenemos que empezar a entender que el mal también se disfraza de pacifista y le encanta enredar sus mentiras en sendas mesas de diálogo, trabando de esta manera la verdad, para enterrarla en una verborrea elegante y pacifista, el país en este sentido tiene que tomar una decisión difícil, pero necesaria, o seguimos jugando a la paz y el diálogo con una organización criminal o enfrentarla de una vez por todas con todo lo que ello conlleva.
Entonces, ¿la justicia y los principios ético/morales deben ser puestos en segundo plano en aras de la paz?, es decir, ¿cuál sería el precio a pagar?, se debe aceptar todo tipo de atropellos y atrocidades solo para “pacificar” el país, o en todo caso el diálogo y la paz terminan siendo los instrumentos favoritos de la violencia y la intolerancia.
Las respuestas no son para nada fáciles, en todo caso es necesario aprender a discernir entre un diálogo como instrumento político de engaño y manipulación y una cultura de paz, el primero solo busca confundir a la población para manipularla y utilizarla para fines políticos, el segundo no busca beneficios propios, busca el reconocimiento entre pares, como parte de una sociedad.
Joseph Ratzinger (Papa Emérito Benedicto XVI) señalaba que la consecución de la paz estaba ligada intrínsecamente a una educación moral, es decir, sin una base ética/moral la búsqueda de la paz tiende a convertirse en una tiranía, es en ese sentido donde debemos comenzar a reflexionar sobre las verdaderas intenciones de los llamados movimientos sociales afines al ex partido de gobierno, pues a todas luces el discurso de paz que utilizan está totalmente alejado del fin que dicen buscar, es decir, no buscan la pacificación del país, buscan la confrontación y la violencia. La pregunta es, ¿vamos a caer en su juego?
Marcelo Miranda Loayza es Teólogo y Bloguero.
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