Que la coyuntura política que vive el país, con miras a las elecciones del próximo mes, no sea manipulada por intereses creados para retomar las banderas del regionalismo, que no hicieron otra cosa que desvirtuar, en todos los tiempos, los postulados de unidad, con integración nacional. Además alimentaron odios, rencores y revanchismos.
Los bolivianos, nos guste o no, somos proclives a promover el regionalismo, con el propósito de menoscabar el prestigio y la honorabilidad de nuestros compatriotas, políticos en particular, quienes reiteraron su vocación de servicio a la Patria, en épocas de las vacas gordas o de las vacas flacas. Muchos de ellos lo hicieron sin pedir algo a cambio, pero sí dando mucho de parte de ellos.
Actitud que siempre ha ido en contra ruta de los objetivos de integración nacional en sus diferentes facetas: sociales, económicas, culturales, idiomáticas, etc. No hemos adquirido la cultura de la tolerancia ni de la reconciliación para conocernos a profundidad, para hermanarnos en un solo abrazo, para ayudarnos sin perjuicios y unirnos, bajo el paraguas del rojo, amarillo y verde, en los momentos más adversos.
Los unos y los otros somos productos de esta tierra, denominada, a partir de 1825, Bolivia. Obviamente que diferimos por haber nacido en el oriente, en el valle u occidente, pero que, quiérase o no, somos hijos legítimos de nuestra madre: Bolivia.
El esfuerzo ciudadano, del este y oeste, del norte y sur, hizo de este jirón patrio el corazón sudamericano del desarrollo, con pluralismo político, inclusión social, equidad de género y libertades democráticas. Por ello es que la comunidad internacional siempre estuvo con los ojos puestos en Bolivia y su destino.
Quiénes están arriba transitoriamente y quienes fueron depuestos del gobierno deberían tomar nota de esta realidad, en la histórica perspectiva de encarar tareas de interés común, en convivencia pacífica y sin incurrir en acciones regionalistas, en esta fase determinante para el proceso democrático, que culminará con la elección de nuevos gobernantes.
Los bolivianos, sin regionalismos, debemos adquirir una renovada y constructiva mentalidad, que nos permita realizar nuestros sueños, de días mejores. Contribuyamos a esa finalidad, con esfuerzo y trabajo. Por suerte tenemos culturas, gente trabajadora e intelectuales, que siempre caminaron a la vanguardia de los supremos intereses nacionales.
El chuño, el maíz y la yuca deberían simbolizar la fortaleza del país. Alimentos que, como “el pan nuestro de cada día”, se multipliquen, en el occidente, en el valle y el oriente bolivianos, para el consumo cotidiano. Para que no nos falte fuerzas y de esta manera emprendamos nuevos retos por el bien común. Y no sólo ello, sino procurando se complementen, en una Bolivia única, sin regionalismo ni discriminación por el color de la epidermis, los nacidos en esta bendita tierra, digna de mejor suerte.
En suma: sólo la unidad nacional, con una verdadera integración de los cuatro puntos cardinales, hará el milagro de una Nueva Bolivia.
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