Muchas veces, en reuniones internacionales se escucha un comentario: ¿Por qué las naciones pobres no superan su situación de dependencia? La respuesta casi siempre se ha referido a que en los mundos Cuarto y Tercero no existen los medios que hay en los países ricos; pero justamente en esos países se podría encontrar una respuesta que sea clarificadora: la pobreza no es posible reducirla porque los índices de salud y educación no son los mismos que en las naciones que disponen de medios logísticos, tecnológicos, programas y económicos que son capaces de cambiar mucho situaciones difíciles por las que atraviesan los pobres. Para muchos, la respuesta no es válida y para la mayoría es cierta porque un sentimiento de vergüenza da lugar a que no se quiera reconocer verdades que es necesario encarar: en primer lugar, los niveles de salud y educación en las naciones ricas son muy altos porque cuentan con los medios para aplicarlos en los diferentes programas; luego, la salud está bien atendida porque, además, hay altos porcentajes de nutrición alimentaria para todos los niños; por otra parte, los maestros disponen de medios para exigir que sus alumnos alcancen altos sitiales en diferentes disciplinas.
Los países pobres no tienen sistemas de salud que les garanticen buen estado de sus cuerpos y mentes, no tienen buena alimentación, no poseen la tecnología necesaria, sus programas están restringidos a lo poco que pueden dar las escuelas públicas y privadas; las exigencias de los maestros son mayores porque no tienen el material didáctico necesario para usar y ajustar debidamente sus espacios curriculares para niños y jóvenes. Como resumen se puede decir que las condiciones de tener medios permiten alcanzar sitiales muy altos y aquellas en que falta todo, no dan lugar a que los educandos puedan alcanzar condiciones eficientes y dignas para sus estudios; en otros términos, educación rica en recursos logra resultados satisfactorios y educación con falencias en todo, arroja resultados pobres.
Si a todo ello se agrega que la salud es bien atendida en las naciones ricas y pésimamente en las naciones pobres, salvo excepciones muy notables en escuelas privadas, cuyos costos son muy altos para la mayoría de la población. Finalmente, las disponibilidades de medios para recibir buena alimentación, excelente atención médica y hospitalaria, programas especiales para vacaciones y otros beneficios que ayudan a jóvenes y niños es diametralmente diferente a lo que ocurre en naciones pobres.
El tema es, pues, digno de pensar y estudiar, por lo que gobierno, maestros y padres de familia deberían encararlo conjuntamente y hacerlo en este tiempo de cuarentena, porque innegablemente hay que tomar conciencia de que salud y educación no pueden estar separadas y todo tiene que cambiar conforme a las enseñanzas y experiencias que nos deje esta crisis. No mudar conductas y formas y medios de encarar salud y educación significará que sigamos en las mismas condiciones de atraso y pobreza. Nunca habrá oportunidades semejantes para los cambios y abandonar las simas de pobreza que malas condiciones de salud y educación determinan.
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