Recuerdos del presente
Como en los quipus de los quechuas, los políticos bolivianos intentan ahora leer los mensajes contenidos en unas pititas usadas por la más grande revuelta ciudadana que se dio en el país, pero les cuesta descifrarlos.
El retiro de la candidatura de Jeanine Áñez es una lectura de esos mensajes ágrafos: se precisa la unidad de los bolivianos para descartar la propuesta del narcotráfico internacional, que puso en el gobierno del país a uno de sus peones durante catorce años.
Las pititas exigen que el país derrote a aquella propuesta y la descarte para siempre, a fin de que la república de Bolivia recupere la dignidad, robada por una banda de delincuentes, decididos esta vez a repetir el plato.
Los cómplices de este proyecto, algunos incrustados en importantes medios, critican a los partidos democráticos por no tener “un proyecto de poder” y se niegan a admitir que se trata de un proyecto basado en el narcotráfico, porque son sus sirvientes.
Lo cierto es que, gracias a los mensajes de las pititas que son descifrados con demasiada lentitud por los políticos, ahora el país observa con claridad la disyuntiva ante la que se juega en las elecciones del próximo 18 de octubre.
Apoyar el proyecto de los seguidores del cocalero Morales es condenar al país a convertirse en un Afganistán, o directamente en una Somalia, un Estado que dejó de existir en 1991 y ahora es solamente un territorio trajinado por bandas de traficantes de todo, desde drogas hasta personas, enteras o por partes.
La advertencia de las pititas, en la epopeya de octubre-noviembre del año pasado, es que el país no acepta más el ultraje, el manoseo, el abuso de la banda de desalmados que se refugió en el partido político creado por el dirigente de las seis federaciones de cocaleros del Chapare, que producen coca solamente para el narcotráfico, como lo dice la ONU.
Las opciones democráticas se habían dispersado mucho debido a varias razones, incluidas, por supuesto, las ambiciones de poder de sus actores. Ahora, con la decisión de la señora Áñez, se proyecta la unidad de los partidos democráticos.
El ciudadano sabe lo que debe hacer. El 18 de octubre será la ocasión en que las pititas se convertirán en votos.
La “transnacional del crimen organizado”, como llama el presidente de Colombia al “Foro de Sao Paulo” o el “Grupo de Puebla”, se las verá en octubre frente a los bolivianos.
Es mi lectura del mensaje dejado por aquella epopeya ciudadana por la cual fue derrotado un poderoso dictador, que huyó como una rata.
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