Las variantes del desarrollo del gobierno de transición de Jeanine Áñez han terminado abruptamente donde habían empezado y el país perdió un año de su existencia con grandes dificultades por delante. Todo terminó en un enorme cero y fue una sucesión de errores desde el primer momento de su nacimiento, asunto que juzgará la historia implacablemente, pues se produjo con conocimiento de causa y pese a oportunas sugerencias tácticas que se señaló por los medios de comunicación, como éste.
Primero, al nacer el gobierno se lo bautizó con un mal nombre. No era de transición, sino provisional. Pese a todo, recibió el apoyo público, pero casi de inmediato ese respaldo fue neutralizado, porque el nuevo gobierno no se convirtió en órgano de la insurrección triunfante y, en cambio, aceptó formar un gobierno de doble poder extra-constitucional por ley, (20 de enero), con el agravante que los derrotados volvieron al poder y poniendo condiciones.
Esa actitud frente al gobierno, pero sin llegar a la oposición de fuerza, fue también cambiada por el retiro total del apoyo al gobierno e inclusive proponer pasar a los hechos o sea una oposición activa, táctica que se acentuó cuando Jeanine --volcando el tablero de ajedrez-- se declaró candidata presidencial de grupos oportunistas que le asesoraban para llevar al país al abismo. Entretanto, Jeanine empezó a perder poder, cediendo terreno al enemigo interno.
En esas circunstancias, Jeanine se apeó de su candidatura presidencial, a la que fue empujada más por asesoramiento de socios improvisados que por decisión propia. Esa decisión alteró de nuevo todo el juego y la oposición democrática señaló la necesidad de una nueva táctica frente al gobierno. En primer lugar, que la renuncia a la candidatura fue oportuna y atinada. Jeanine reconoció su error y procedió a rectificarlo con su renuncia tardía, aunque con tendencia a repetirla por su inexperiencia, lo que sería caer en el absurdo o algo peor.
La renuncia de Jeanine es, sin embargo, algo formal y exige nuevo tratamiento, pues, sigue en la presidencia y cuando al parecer se ha librado de sus asesores oportunistas y, por tanto, ahora se señala que el gobierno tendría aún apoyo, pero solo mientras haga un gobierno que cumpla tareas trascendentales a que está obligado y ponga fin a la política de “perfeccionamiento” del depuesto régimen del anarco-populista que tiene aterrorizado al pueblo boliviano.
En esa forma, el gobierno de Jeanine recuperará el apoyo que tuvo. Pero, además, con una actitud lógica y oportuna, con la valentía y personalidad que le caracterizan, ese prestigio se multiplicará, lo que podría llevarla inclusive, a su pesar, a posiciones de gran expectativa y sacar al país del empantanamiento en que se encuentra, pese a la amenaza de perder todo y aunque se dice que es tarde. Pero, ¡nunca es tarde!
La historia política del país merece esa apreciación.
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