La reactivación económica es uno de los retos, fundamentales e inmediatos, que deberá encarar el dignatario de Estado que resultare electo, en la primera o segunda vuelta de los comicios, próximamente. Es la prueba de fuego que deberá sortear, para bien o para mal de su futuro político. Ahí es cuando se medirá la capacidad o la incapacidad del nuevo mandamás. Ojalá lo asuma iluminado por el espíritu de quienes crearon la Patria y de aquellos que recuperaron, hace más de 30 años, la Democracia, tan debilitada, ahora más que nunca, por algunos bolivianos, que sólo piensan en sus intereses personales y mezquinos.
La crisis económica que ha heredado el país de la anterior gestión gubernamental y que fue profundizada por la pandemia del coronavirus, golpea duramente los bolsillos de la población boliviana y, particularmente, de los sin empleo. A julio del año en curso, Bolivia registraba, aproximadamente, 70. 000 desocupados, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Situación social que fue originada, indudablemente, por el virus de origen chino, que obligó a tomar medidas preventivas, duras.
Aquella tarea conllevará la búsqueda de tiempos mejores, para una población estimada en más de 11 millones de habitantes. Para la construcción de un país con históricas proyecciones en la región y el mundo. Para ratificar sensibilidad social hacia los más desprotegidos y cuidar el empleo y generar otros nuevos.
La caída del precio y la baja demanda de gas natural, de los mercados de Argentina y Brasil, fue un duro golpe para la economía nacional. Significó la reducción de ingresos, que afectará el presente y futuro del país. “Los indicadores económicos en Bolivia, a octubre de 2019, mostraban una caída de los ingresos del Estado”, afirmó el presidente del Banco Central de Bolivia, Guillermo Aponte Reyes Ortiz. El gobierno depuesto, pese a todo ello, despilfarró, alegre e irresponsablemente, los recursos del erario nacional, en una época de bonanza financiera jamás vista en nuestra historia. Una que fue el resultado de los altos precios de nuestras materias primas y no fue el logro de quienes escaparon con el rabo entre las piernas. De ninguna manera. Ahora tenemos que pagar las consecuencias de ese régimen, que nunca pensó en el venidero, sino en el momento.
A esta realidad se sumó el bloqueo de caminos, ejecutado por la Central Obrera Boliviana y los grupos violentos del Movimiento al Socialismo, que ha dañado gravemente la economía de Bolivia, con la paralización, de más de diez días, de la actividad turística, comercial e industrial, en agosto pasado. Un bloqueo inhumano que atentó contra la vida, la salud y el bienestar. Contra la producción nacional. Las pérdidas fueron cuantiosas. Con esas acciones terroristas, direccionadas desde una cómoda residencia de Buenos Aires, por el fugitivo de la justicia boliviana, sobre quien recaen varias denuncias, se frenó el desarrollo nacional, sobre todo.
Bolivia siempre ha superado los momentos más desastrosos de su historia. Inclusive los cien días que cierto político prometió, a principios de los años ochenta, del siglo pasado, para solucionar la crisis económica, que generaba una terrible hiperinflación.
En suma: lo destacable de Bolivia es que supo doblegar, en todos los tiempos, a la adversidad, con paz, trabajo y entendimiento.
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