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[Severo Cruz]

Deterioro de la COB


La Central Obrera Boliviana está seriamente deteriorada por los luctuosos hechos que protagonizó en agosto reciente por respaldar al MAS. Como haber generado, en más de diez días bloqueo de caminos, zozobra e incertidumbre, falta de oxígeno medicinal y alimentos, dolor y muerte, saqueos y obstrucción a circulación de ambulancias, paralización del transporte pesado y de la producción nacional, con enormes pérdidas económicas.

Por consiguiente: ha perdido credibilidad, independencia e imparcialidad, ante la comunidad nacional, regional y mundial. Es cuestionada, inclusive, por sus propias bases. Obviamente que los partidarios del extremismo dirán lo contrario.

Los dirigentes cobistas asumieron esas medidas, extremas e irracionales, exigiendo elecciones para septiembre, en circunstancias que la población luchaba por preservar la vida y la salud, en medio de la pandemia del Covid-19. Lo hicieron buscando, y esto habría que resaltarlo, el retorno del Movimiento al Socialismo al Poder. Y, posiblemente, conforme a instrucciones recibidas del prófugo, en territorio de los peronistas Fernández, sobre quien pesan muchas denuncias.

La historia y los hombres juzgarán a los que provocaron la hecatombe en las filas de la máxima organización de los trabajadores. El repliegue de sus afiliados, en ocasión del bloqueo de caminos, no fue cosa que una derrota del extremismo. Así se lo ve desde un punto de vista estratégico.

Otrora la COB fue un verdadero instrumento de lucha por las reivindicaciones sociales de sus afiliados de la ciudad, de las minas y del campo. Al margen de ello, en su condición de ente representativo, ha contribuido, con inteligencia, con intercambio de ideas e inquietudes, a solucionar temas políticos de interés nacional, tal como ocurrió a fines de la década de los setenta, del siglo pasado.

A la vanguardia y en consulta con diferentes fuerzas vivas, asumió una férrea y tenaz oposición contra quienes quisieron usurpar el Poder mediante las armas. No dio brazo a torcer, ni chance de acercamiento, con los sediciosos, hasta ver realizado su objetivo: una salida democrática y constitucional, mediante la práctica del diálogo civilizado.

Así se inscribe, en la historia del movimiento obrero, un ente sindical que buscaba no sólo bienestar para sus representados, sino un venidero mejor, en estabilidad democrática, para el conjunto de los bolivianos, sin discriminación alguna.

En su seno convivían izquierdistas de diferentes matices. Unos moderados y otros radicales. Algunos de tendencia nacionalista y quienes obedecían consignas foráneas. Pero cerraban filas, sobre todas las diferencias, en defensa de las aspiraciones de mejores condiciones de vida de los trabajadores.

El cuerpo directivo estuvo constituido por eminentes líderes obrero–campesinos. Estudiosos, en su mayoría, de la realidad socio–económica y político–cultural, del país. Analistas, permanentes, de los avances y retrocesos, de los aciertos y desaciertos, de los logros y frustraciones de los gobiernos de turno. Defensores acérrimos de los derechos humanos. Evaluadores del valor adquisitivo de los sueldos y salarios. Indagadores de precios y costos de la canasta familiar.

Ideólogos y economistas empíricos, entre ellos. Éstos últimos manejaban números con lápiz y papel. No utilizaban la máquina de calcular. Según ellos ésta no hacía otra cosa que confundirlos.

En esos años la Central Obrera Boliviana no se entregó a los mezquinos intereses de un partido. Mantuvo firmemente su independencia sindical ante y sobre todo. Que sepamos no practicó el culto a la persona ni hizo genuflexión ante oscuros personajes. Tampoco ha prestado oídos a falsos profetas, que ofrecían el paraíso en la tierra. Que alentaban el odio y la confrontación. Ni ha rendido tributo a ídolos de barro, que permanecían resguardados en costosos fanales.

En suma: he ahí algunos apuntes sobre la COB de hoy y de ayer.

 
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