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[Armando Mariaca]

Si los viejos no cambian, ¿qué esperar de los jóvenes?


La presencia del coronavirus en el mundo fue causa para que se presenten situaciones muy controvertidas, contradictorias y hasta difíciles de entender, especialmente para las nuevas generaciones que desde siempre han esperado qué pasos darán sus antecesores y cuáles serán las herencias que dejen en experiencias y cosas por hacer, terminar o perfeccionar. Sin embargo, es preciso reconocer que el virus ha “despertado” (si cabe reconocerlo así) las inquietudes, ideas, criterios y formas de actuar de los jóvenes. En algunos círculos se ha pensado que “la juventud de hoy es indolente, no reacciona ante nada y sería preciso moverla, inquietarla”; pero, la realidad es diversa porque si bien o mal se siente cierta apatía en la juventud por lo que ocurre, tal vez es en espera de cómo transcurran los cambios que les tocaría vivir a ellos”.

Los cambios se sienten, especialmente en los universitarios que se debaten en interrogantes que no tienen respuesta inmediata y que, en muchos casos, esperarían explicaciones de generaciones anteriores que, a su vez, en la mayor parte, viven paralogizadas por todo lo que presenta el nuevo panorama mundial por causa del virus que jamás fue esperado y menos que implique cambios que se van produciendo en el diario vivir y que debido a lo que vayan a trocarlo la ciencia y la tecnología, esos cambios o mutaciones pueden implicar o adaptarse a todo de nuevo, retomar en diferentes formas o maneras lo que haya que hacerse y hasta sentirse por las alteraciones que se produzcan; en fin, las conclusiones podrían llegar a un infinito difícil de comprender o definir.

Pero, como siempre ha ocurrido en la historia de la humanidad, son los jóvenes los que entiendan, comprendan, analicen, juzguen y saquen conclusiones que las acomoden a las nuevas condiciones de vida, serán los viejos que encuentren, azorados, los posibles cambios que vayan introduciendo las nuevas generaciones en el modo de vida que, casi con seguridad, trastrocara vida y costumbres. Pedir que los viejos encuentren respuestas a las transformaciones que se producen no es lógico; pero sí lo es, adaptar a las nuevas situaciones las experiencias acumuladas por los viejos y, en muchos casos, modificadas o alteradas o transformadas por ellos, por esas experiencias sufridas en largos años de vida. Todo ello es aprovechable por los jóvenes que, con seguridad, encontrarán formas y medios para mejorar o perfeccionar para adaptarlas al momento y al medio en que se viva.

De todos modos, el coronavirus, a tiempo de causar mucho daño a la humanidad, la ha imbuido de intenciones para cambiarlo todo, para encontrarle, tal vez, nuevas formas y razones para que las dificultades del diario vivir se morigeren, disminuyan la drasticidad de sus consecuencias y hagan más llevadera la vida con miras a encontrar también nuevas formas para acomodar en el diario existir las virtudes que están dormidas o simplemente extraviadas con el objetivo de hacerlas valores y principios. Si todo este proceso viene acompañado de tres condiciones de vida como son fe, esperanza y caridad que sean práctica y vida de nuestra juventud, con la presencia de Dios en el diario existir, bien puede asegurarse que el futuro de la humanidad está preparado para las pruebas más duras que, con el bagaje logrado, se asegura días esplendorosos para las futuras generaciones.

 
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