El sábado 3 de este mes se dio un debate con la participación de los siete candidatos. Tuvo lugar en un hotel de lujo de Santa Cruz. Aparentemente fue organizado por la federación de municipios de Bolivia bajo predominio del MAS. De los más de 300 municipios del país ese partido controla más de la mitad. Este acto pretendía ofrecer una tribuna a Luis Arce Catacora, en compensación por su anunciada inasistencia al similar acto del domingo en La Paz organizado por un conjunto de instituciones de la opinión pública. Arce manifestó su inconcurrencia a éste último sin otros motivos que su agenda.
Así deja presumir falta de argumentos después de haber conducido la economía nacional por casi 14 años, dejando muchos interrogantes, aún pendientes de respuesta, y no ser blanco de observaciones por ese largo gobierno. Se rumora que el gasto del evento del sábado fue cubierto por el propio presidenciable del MAS o por la abundante caja del partido.
Las preguntas de Santa Cruz estuvieron formuladas a gusto y sabor de Arce, sin embargo su intervención no impactó a la audiencia. El domingo fue esperado hasta el último momento, pero en definitiva no concurrió y tampoco su par Camacho de Creemos. Se le atribuye vacíos programáticos y su ausencia deja percibir arrestos regionalistas. De ahí la presencia de solo cinco participantes.
En realidad el domingo no hubo debate y se repitió el método de preguntas en función de respuestas breves y limitadas, dejando fuera variada temática nacional. Se opina mucho que este debate puede influir a que los indecisos se inclinen a favor de uno u otro. Inclusive que algunos de los ya decididos puedan cambiar su elección después del evento. Ello puede ser válido para los demás países latinoamericanos y de Europa, no para nuestro medio. Como se ha venido diciendo, aquí el voto es emocional por encima de razonamientos. Coexiste el voto “duro” del MAS, de tipo étnico y racista originario y de falta de empatía con la demás población.
Si bien el candidato a “dedo” es de clase media acomodada, el grueso de sus electores sabe que el verdadero mandatario –si gana— será Evo Morales. Otro sector de la población no asimila las intervenciones ni las aprecia por no participar de las inquietudes públicas, por lo cual su intención de voto es indescifrable. De este modo la supuesta influencia del debate en el voto se reduce considerablemente. Ninguno de los candidatos dijo cómo o por cuáles medios logrará realizar sus propuestas. No tocaron ni se les preguntó cómo proponen compensar las drástica baja de los hidrocarburos y por ende del gas, por ejemplo. En otros países de mayor y mejor educación y de patrones culturales universalistas, la versación y manejo de cifras y datos contrastados influye en las decisiones del voto o en el cambio de opciones. En el país el debate parece haber recobrado su carácter democrático que mucha falta hacía y debe seguir siendo practicado, si bien requiere perfeccionamiento.
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