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[Armando Mariaca]

Derecho y deber de votar


Uno de los mayores beneficios de vivir en democracia es que se puede actuar con libertad, sin presiones de ninguna clase, sin tener que rendir cuentas de los actos y obrar conforme a la conciencia y deseos que en todo caso deben estar sujetos a la ley; en otras palabras, no puede haber libertad sin cumplir las normas que señala el derecho; lo contrario es libertinaje que abre las puertas de la anarquía.

El derecho que tiene el hombre para obrar conforme a normas legales es un bien inmanente a su condición de ser humano, a su forma de ser y ello implica que ese derecho es parte indivisible, irrenunciable de él mismo. Ese derecho da lugar a que quien lo tiene también tiene deberes. Esto, a su vez, significa que el mismo término implica deber con el terruño o sea la patria a la que se pertenece; deber con el entorno que conforma la familia y el conjunto de seres que lo rodean; es decir que el deber abarca todo lo que afecta o interesa o debe cumplir el ser humano.

Derecho y deber se encadenan cuando se trata de utilizar o cumplir la voluntad del voto, de elegir autoridades que sean dignas y confiables, que tengan las condiciones, méritos y virtudes para dirigir los destinos e intereses del país ya que gobernar no es otra cosa que cuidar y administrar los intereses de un conjunto de personas, pueblos, naciones y países; es, en propiedad, derecho, deber y oportunidad de servir al bien común.

Resumiendo, bien se puede decir que la relación jurídica de los pueblos está sujeta al respeto de los derechos y de los deberes. Ambas situaciones están ligadas permanentemente y nadie puede exigir sólo derechos sino está consciente de que debe cumplir también deberes justamente para que esos derechos que se reclama sean sólidos y estén basados en la esencia misma de la verdad, de la justicia y del amor.

El goce de derechos del ser humano adquiere dimensiones de perfección tanto cuanto se complementa con el cumplimiento de deberes y votar para elegir autoridades es, simplemente, cumplir un deber u obligación; de otro modo, quien sólo quiere tener derechos, es arbitrario, contrario a la moral, al respeto que debe a sus semejantes y se hace candidato a que la sociedad no lo tome en cuenta como parte de ella puesto que conformar una colectividad implica acogerse a sus beneficios y ajustarse a los deberes y obligaciones que ello implica y que no se deben rehuir porque son parte sustantiva de la convivencia humana.

En la vida, si hacer el bien y dar y compartir lo que se tiene haciéndolo con amor es bueno y digno, es mucho más efectivo cumplir deberes en beneficio del bien común; y votar consciente, honesta y responsablemente, es usar debidamente el derecho que se tiene para actuar en pro del bien y, con todo derecho moral, condenar el mal.

El bien moral y material de los pueblos requiere la conformación de poderes con autoridad, puesto que pueblo y autoridad conforman el bien común y velan por él; todo esto obliga a que la autoridad sea elegida mediante el voto ciudadano que es el que representa a todo el pueblo. Surge, en cada proceso electoral la necesidad de que el ciudadano vote y lo haga no sólo en función o favor de quien tiene las condiciones precisas para gobernar, sino, fundamentalmente, para velar por el bien común.

Vivir en democracia significa gozar de derechos, pero, como su gran contraparte, obliga a cumplir deberes y obligaciones que, para la vida y marcha del país, se hacen inviolables, imprescindibles, absolutamente necesarios y uno de esos deberes es el de votar consciente, honesta y responsablemente, sin presión de ninguna clase y haciendo abstracción de incitaciones contrarias al voto, al bien común y a los intereses y conveniencias del país. No votar es hacer culto del “nomeimportismo”, de la indiferencia, del ausentismo y es, en sumo grado, egoísmo y falta de solidaridad con la nación y sus intereses, su presente y futuro.

El rehuir el voto en las elecciones no es otra cosa que dar ventajas a quienes no merecen, es pontificar virtudes de los que no las poseen y es, finalmente, un acto de gran irresponsabilidad.

La experiencia muestra que el voto pifiado o anulado, o en blanco o el ausentismo de los recintos electorales no es otra cosa que asumir un compromiso con quienes son ajenos al país y propugnan sólo el caos. Es dar paso a candidatos (que son “cándidos” en su conducta) que por haber reunido un grupo de amistades creen que pueden emprender la “aventura de la política” para la que no se necesita idoneidad, ni preparación, ni virtud, ni condiciones; aventurerismo que ve a la política como simple politiquería y que están muy lejos de los intereses de la nación.

Estamos a pocos días de las elecciones y el ciudadano tiene que tener conciencia de su deber de votar y de hacerlo por quien responda –no obstante sus imperfecciones –a los requerimientos del país. Cuanto más se ejerza el derecho y el deber de votar, más cerca estaremos de consolidar definitivamente el sistema democrático, nos sentiremos más seguros de haber vencido a quienes profesan o tienen vocación por la dictadura, la anarquía y son propensos a los golpes para tener al país como botín de sus ambiciones.

Quienes voten en blanco o anulen su voto lastimarán al país que, sobre todo en estas circunstancias, requiere el concurso de todos sus hijos para enfrentar conjuntamente los embates de la pandemia, de la crisis económica y de la urgencia de no permitir el retorno de un régimen de dictadura que ha causado tanto daño durante casi l4 años y que aún se cree dueño del país. Quienes no voten o anulen su voto o lo hagan en blanco serán los que más reclamen por los yerros que cometa el gobierno y culpará a los demás por haberlo hecho; ellos, renuentes a vivir en democracia, seguramente buscarán que, nuevamente, causen más daño a la nación demostrando conductas miserables que no saben ni de honestidad ni responsabilidad. Por el contrario, los que voten lo harán consciente y responsablemente y hasta lo harán en representación de quienes por cualquier razón valedera no pueden hacerlo, lo harán como una especie de honrar a quienes han caído y sólo velan, desde el sitio en que Dios los alberga, rogando que reinen la unidad y el amor entre todos los bolivianos a despecho de los que buscan sólo anarquía con su indiferencia y carencia total de responsabilidad con el país al que mucho le piden y le niegan todo.

 
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