Quiera Dios que Carlos Mesa pueda entrar al balotaje en las elecciones del domingo, apoyado por la reflexión responsable de los indecisos y por otros votos que iban a ser destinados a Jeanine Áñez, Tuto Quiroga y hasta a ADN, que desistieron en buena hora. Es posible que eso suceda, que Mesa vaya a la segunda vuelta, pero, como van las mediciones, puede ser que el MAS gane en el primer conteo. Si fuera así, si Arce venciera en primera vuelta, lo que no debería extrañar, significaría que, luego de un año, estaríamos en las mismas, como si no hubiera sucedido nada, con los masistas en el poder. Muy poco habría durado nuestra alegría.
Y ni siquiera estaríamos en idéntica situación de octubre pasado, sino peor. Porque si el MAS gana la presidencia el domingo, ¿de qué fraude se le va a poder acusar a Evo Morales en los comicios del 2019? ¿Cómo después de un año en que Morales y sus principales colaboradores están exiliados o se han esfumado, pueden ganar en una elección que se asegura limpia? ¿O Bolivia es una nación masista? Entonces, si las cosas se dan así, dentro y fuera del país se podría aceptar que, realmente, no nos merecemos otro destino que el que tenemos.
Saldría a la luz una fatal paradoja, un absurdo con apariencia de certeza muy propio de los bolivianos. Sucedería la mayor contradicción que se pueda imaginar, porque nos preguntamos: ¿cómo quienes echaron del gobierno a Evo Morales llenándose de merecidos elogios van a ayudar para que se reponga en el poder? ¿Pero qué disparate es este? ¿Es tan extremo el odio al candidato que está en la segunda posición? ¿O hay una ambición tan aciaga que ha decidido romper todos los moldes para obtener algunas bancas en la Asamblea?
Mucho cuidado porque en estas circunstancias no se trata de ser más o menos cruceño, no se trata de ser más o menos macho. Eso es ridículo y a mí no me preocupa porque no voy a ser más cruceño yendo a romperme el cráneo contra la piedra. Cada uno es lo que es y todos nos conocemos de memoria en esta ciudad. Aquí de lo que se trata es de comprender qué le conviene más a Santa Cruz y a la nación, si lograr un puñado de senadores y diputados, que igual los vamos a tener, o si posesionar a don Luis Arce en la presidencia. He ahí la cuestión.
No es cosa de tratar de atemorizar a la gente, esa no es la intención, pero conociéndolos, sabemos que, si retorna el MAS al poder, una buena parte de Bolivia la va a pasar muy mal y seguramente que Santa Cruz peor que el resto. La “revolución de las pititas” se generó aquí, aunque se extendió por todo el país. Así que los masistas van a ajustarles las cuentas a todos los bolivianos. Desde luego, el Comité pro Santa Cruz y algunas otras instituciones van a pagar muy caro los 21 días de bloqueo y el valor temerario de Luis Fernando Camacho, que todos hemos admirado.
Carlos Mesa no es precisamente querido en Santa Cruz porque se piensa que su comportamiento no fue el mejor. Cometió errores que no nos gustaron. Sin embargo, el año pasado, ante la descarada cuarta candidatura consecutiva de Evo Morales, los cruceños le dimos una victoria enorme en el departamento, que debió llevarlo al balotaje si no hubiera sido por el fraude de Morales. Para bien o para mal, este año vuelve a ser el único candidato que puede derrotar al MAS, porque Camacho no puede llegar a hacerlo por falta de apoyo en el occidente. ¿Por qué ayer sí y hoy no?
Si no tenemos un postulante cruceño que pueda enfrentar a Arce hay que apoyar a quien tenga los méritos suficientes para derrotarlo. Ojalá que Mesa pudiera llegar a la segunda vuelta con sus propias fuerzas. Tal vez pueda hacerlo. Pero como están las cosas, como pintan las encuestas, esa candidatura puede quedar fuera por un miserable margen, lo que, sin derecho a pataleo, significará el retorno del MAS.
Tendremos a Morales nuevamente con sus cómplices viniendo a adularnos primero, a mentirnos después, y luego a armarnos alguna nueva trampa como la del Hotel Las Américas, pero con un ingrediente de venganza que, esta vez, por el odio que se ha creado, será mucho más doloroso.
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