Si en tiempos normales de la vida de los pueblos la carencia de empleo en cualquier familia es causa de angustia y preocupación, lo es mucho más en una época --como la que atraviesa el mundo-- de angustias por la presencia del coronavirus que ha creado serias dificultades y preocupaciones en todo el orbe y cuyo accionar no tiene visos de terminar, por más esfuerzos que hagan la ciencia y la tecnología para evitar su mayor diseminación. El desempleo es consecuencia inmediata del virus porque muchas empresas se ven obligadas a prescindir de personal debido a los contagios y a fallecimientos que se producen. Los contagios tienen consecuencias psicológicas porque surge el temor generalizado a que todo el personal esté expuesto a contraer el mal con la inevitable consecuencia de que se presenten decesos que, a su vez, aumentan temores y susceptibilidades, tanto en el resto del personal como en los empleadores que se ven con menos empleados y temen la presencia de otros casos que, en determinada situación, obligue al cierre, así sea temporal, de la fuente de producción y trabajo.
Lo más grave de estas situaciones es que tienen consecuencias en el hogar de las víctimas que se ven privadas de uno de sus miembros, sea por hospitalización o, en extremo, por muerte; luego están los casos de privación de una fuente de empleo y la consiguiente desocupación del padre que aportaba al sostenimiento familiar. No faltan los casos de desavenencias entre esposos que llegan a afectar a los hijos hasta el extremo de que pueden descuidar sus estudios y ser causa de diferencias entre hermanos.
Son múltiples las derivaciones del desempleo; pero, solamente la creación de nuevas fuentes de trabajo, las inversiones y la ampliación de los medios de producción pueden conseguir que se tenga más posibilidades de dar empleo, de pagar buenos sueldos y, por supuesto, de mejorar la producción y las exportaciones que serán fuentes seguras de ingresos. Ambos sectores, público y privado, tendrán que esmerarse en la creación de nuevas fuentes de riqueza que permita empleo digno y bien pagado; para ello, los empeños para derrotar al virus tendrán que multiplicarse con miras a su conclusión o, por lo menos, radical disminución.
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