Bienestar
Carlos Jiménez
Cuando se acaba el verano, tenemos que reconocer que los primeros días de otoño se nos hacen cuesta arriba. No solo de forma económica, también física. Sientes que estás más cansado o que el ánimo está por el suelo. Es verdad que, en muchas ocasiones, por no decir la gran mayoría de las veces, le echamos la culpa de ese malestar físico y mental a la famosa rentrée (vuelta o regreso a la actividad normal tras un período de ausencia, especialmente tras las vacaciones de verano). Sin embargo, quizás, sea más desconocida otra de las causas, que recibe el nombre de meteorosensibilidad y puede influir directamente en nuestro bienestar mental. Tal es así que llega a afectar hasta a un 30% de las personas.
“Cuando se producen ciertos cambios en variables meteorológicas como presión, temperatura, viento o electricidad atmosférica, ciertas personas —denominadas meteorosensibles— pueden ver afectada su salud física o psicológica”, nos explica Mar Gómez, doctora en Física y responsable del área de meteorología del portal web eltiempo.es. “La meteorosensibilidad es, por tanto, la condición que presentan determinadas personas, cuya salud física o mental se ve afectada o agravada por cambios en estas variables atmosféricas”.
Conexión con la naturaleza
La conexión con la naturaleza es algo innato que todas las personas tenemos desde que nacemos, cada uno con más o menos porcentaje y de ahí que “pueda parecer lógico que los cambios que sucedan en ella [como los de estación] puedan afectarnos en mayor o menor medida”, dice la experta. Y es que no todos somos meteorosensibles, ese 30 % de personas que es más propenso a sufrir estos síntomas ya presentan patologías previas, es decir, con los cambios meteorológicos estos síntomas que ya sufren aumentan de forma exponencial.
Los fenómenos meteorológicos son tan poderosos que “pueden afectarnos de diferentes maneras”. Tal y como detalla Mar Gómez “suelen darse con las variaciones de presión -migraña-, temperatura -un descenso brusco puede afectar a los huesos y las altas temperaturas -aumento de la ira y la agresividad, humedad -un cambio repentino suele estar asociado a problemas articulares y musculares-, así como cambios en los vientos que producen alteraciones en la electricidad atmosférica, episodios de contaminación o el famoso efecto Foehn-ansiedad, depresión e incluso algunos estudios lo relacionan con un aumento en la tasa de suicidios”.