La búsqueda de una opción que garantice, particularmente, la paz social, continúa en agenda, en la presente coyuntura política, considerada como la encrucijada de la República boliviana, que jamás se haya visto, en nuestra historia democrática. Una opción que construya puentes de amistad, genere entendimiento y estimule la tolerancia, por el bien común, conforme anhela y sueña, la ciudadanía, que supo levantarse de las caídas, más desastrosas.
Quienes practican política, a tiempo completo, se han olvidado, quizá deliberadamente, de este tema tan neurálgico y sólo se limitaron a enviar señales electorales, que generaron falsas expectativas. Pero la ciudadanía, por si haya duda, vive pendiente del curso que va tomando la paz social, amenazada, hoy como ayer, por intereses mezquinos. Ello porque desea vivir con dignidad, en tiempos de recesión económica. Mismos que exigen mayor trabajo y producción, para superar, particularmente, la pobreza. Es decir: vivir con el “pan nuestro de cada día “, que es la bendición de Dios, para satisfacer el hambre, que nos trajo la pandemia del coronavirus. Luego, claro está, del despilfarro gubernamental, de los últimos catorce años.
Por los conflictos que protagonizaron la COB y el MAS, en agosto pasado, hemos vivido momentos de zozobra e incertidumbre, en plena emergencia sanitaria. Privados, al extremo, de ingresos, de salud y, fundamentalmente, de alimentos. Ese fue el resultado del cerco a las ciudades, que provino desde los sectores rurales. Como si aquellas no fueran Bolivia. Como si fueran los adversarios, en una contienda bélica. Se quería castigar, cumpliendo las instrucciones del fugitivo, a quienes no estuvieron de acuerdo con sus oscuros designios.
La convivencia pacífica fue violentada, por acciones extremistas. O sea por el inhumano bloqueo de caminos, que fue un flagrante atentado contra la vida, la salud y el bienestar. E inclusive un organismo internacional expresó su desacuerdo, con esa práctica de violencia política.
Pues que haya una opción predispuesta a escuchar el clamor de la ciudadanía. Que sepa dialogar con sus líderes más representativos. Con una elevada sensibilidad social y conozca, de cerca, sus necesidades más perentorias. Y que jamás imponga sus caprichos solo por mantenerse en el Poder. Si lograra alcanzar ese preciado objetivo, sería una opción que, en consonancia con los supremos intereses de la Patria, se digne asumir la difícil, pero histórica tarea, de integración nacional. Que la ciudadanía del oriente y occidente, de la región productora y de la región consumidora, cierren filas en torno a un solo nombre, Bolivia, la única y de nuestros amores, sin regionalismos ni odios raciales. Que caminen de brazos, hacia un futuro prometedor, con integración productiva, comercial y social. La decisión para construir un mundo mejor está en sus manos.
De esa manera se contribuirá al desarrollo, en unidad geográfica, que tanto se requiere hoy. Y se desterrarán resquemores que nos dividen. Aspectos que deberían ser priorizados por todos quienes tienen el corazón marcado por el rojo, amarillo y verde. Basta de discriminación, si de veras pensamos avanzar.
En suma: debiéramos esforzarnos por construir una Bolivia unida, integrada y progresista, en paz social, conforme soñaron quienes nos legaron esta Patria.
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