Propongámonos encauzar, sobre todas las diferencias, de colores, de siglas y discursos, que nos hayan distanciado, últimamente, el destino nacional, con el sólo objeto de avizorar un futuro mejor, de cara al Siglo XXI. Con el propósito de retomar la convivencia pacífica, que tanto anhelamos gobernantes y gobernados. La tranquilidad, en particular, para trabajar y producir, en una época de recesión económica, resultado de los bajos precios de nuestras materias primas, de la pandemia del coronavirus y la paralización de actividades económicas, provocada por los conflictos sociales. No quisiéramos estar inmersos, nuevamente, en una situación de zozobra e incertidumbre, promovida por intereses mezquinos. Con éstas líneas quisiéramos reflejar la preocupación del millón.
Hemos convivido, en los últimos tiempos, en un país polarizado. Con sectores políticos “enguerrillados”. Con ideologías que alentaban el odio y la exclusión. Con ciertas tendencias que buscaban la destrucción a toda costa. Con intolerantes que pretendían matar de hambre a la población de las capitales. Actitudes que han contribuido, indudablemente, a profundizar las suspicacias, en desmedro de la armonía y el entendimiento, entre todos quienes han nacido en esta tierra, bendecida con una infinidad de recursos naturales.
La Democracia boliviana, que el 10 de octubre pasado ha cumplido 38 años de vigencia, jamás había confrontado una situación de esta índole. Siempre había buscado salidas pacíficas e inteligentes a los problemas políticos. Prueba de ello es la transmisión de mando, absolutamente pacífica, al Frente de Unidad Democrática y Popular (UDP). En este grupo tenían su espacio no sólo nacionalistas sino comunistas pro moscovitas.
Para algunos ha resurgido el sol, la luna y las estrellas. Para otros se ha escondido la luz, la libertad, la esperanza y la solidaridad. Para muchos la preocupación gira, empero, en estos momentos tan cruciales, en torno al problema económico. ¿El país tendrá que recurrir, nuevamente, al financiamiento externo, para salir de esta crisis? ¿O los nuevos gobernantes surgirán, de las urnas, cargados de dinero, emulando la figura de papá Noel?, se pregunta el ciudadano de a pie.
La época de oro del gas natural, o el rubro de exportación más importante del país, pasó a la historia. De tal modo los ingresos al erario nacional se han reducido enormemente. Las arcas del Estado están vacías, prácticamente. Los nuevos mandamases tendrán que ingeniárselas para superar ésta difícil realidad económica.
Lamentablemente se visibiliza aún, a estas alturas de la historia, ciertos vestigios del pasado reciente, que han ensombrecido el horizonte patrio. Por consiguiente: debiéramos ratificar la voluntad política, de acercamiento, de diálogo y tolerancia, a fin de revigorizar la praxis democrática y priorizar los supremos intereses nacionales. Dejando de lado, para ello, los planes, dirigidos a capturar el Poder, tan sólo para imponer oscuros, mezquinos y tenebrosos, propósitos. Asimismo el afán de usufructuar a costa del erario nacional, accionar que ha permitido, en todos los tiempos y gobiernos, salvo algunas excepciones, generar nuevos ricos. Omnipotentes, que manejaron, por si haya dudas, fajos de billetes.
En suma: este es el momento propicio para despojarnos de nuestros intereses personales, sectarios o partidarios, con el fin de volcar nuestro trabajo en función de Patria, con ánimo renovado.
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