Ante los problemas, soluciones racionales

Conjuntamente la pandemia por causa del coronavirus, vivimos tiempos en que los problemas políticos, económicos y sociales se hacen más cruciales, más difíciles de encontrar cauces de solución. Y es que los extremos de pobreza en que vivimos desde hace mucho tiempo, se acrecientan con la presencia de la pandemia que dio lugar a cuarentenas que colman la paciencia de la mayor parte de la población que, con mucho estoicismo, soporta, aferrada a la esperanza de que, en el menor tiempo, pueda ser encontrada la solución.

Las experiencias de los tres pasados meses han demostrado que se puede descuidar las medidas de previsión para evitar el virus y menos abandonarlas porque no cumplir con las normas impuestas para protección es incitar a la presencia de muchos contagios y hasta decesos. Quienes obstruyen esas medidas de cuidado o siquiera las soslayan, viven equivocados y parecería que esperan “sentir en carne propia” el mal, que les podría costar hasta la vida. Es, pues, irresponsable y deshonesto que haya personas que con el estilo de los señores Trump y Bolsonaro, de EEUU y Brasil, piensen que el mal pasará por sí mismo por ser “solamente gripal”. En Bolivia no podemos imitar conductas que en las naciones nombradas han sido causa de contar con el mayor número de muertes en el mundo.

En algunos niveles económicos y sociales se dice que los problemas “pueden ser superados con medidas drásticas”; criterios equivocados porque, de ser así, el costo sería muy grande. Lo que corresponde es guardar las medidas de seguridad e incitar a los renuentes a su cumplimiento a que se sometan a lo dispuesto por las autoridades de salud con la mirada fija en que solamente las previsiones evitarán más contagios y muertes. Esto implica tomar medidas racionales, acordes inclusive con lo que normalmente puede soportar la mayoría de la población, ya que radicalizar los remedios significaría agravar los males para sufrimiento de miles de familias.

Es evidente que la magnitud de muchos problemas tiende a agravarse; pero, ante lo que ocurra, no queda más que la racionalidad, es decir, adoptar medidas preventivas que sean producto de la paciencia y la perseverancia en su utilización; no caben las precipitaciones o el confiar en que “tal vez esto o el otro dé resultados”. Jugar a las adivinanzas en circunstancias tan especiales no le hacen bien a nadie y, por el contrario, complican situaciones que, serenamente, pueden ser salvadas.